Pareja de ases en el más allá…

Estamos ante un nuevo año, el 2010, año de los brotes verdes de la esperanza, que se suele pintar de este mismo color. Lo malo es que al menda, la esperanza no le brota; lo peor es que sospecho que la desilusión no sólo se circunscribe a mi opinión, sospecho que se generaliza, y son los más los que no ven el futuro de colores, aunque se lo pinten… de verde en este caso.


La montería española, el rececho corcero y la caza de montaña, así como la internacional, han perdido mucho este año que ha terminado. Mucho en cantidad y en ruina económica que ha dado al traste con bastantes de las organizaciones monteras y hundido las previsiones del negocio internacional de la caza. Al margen de la cantidad evaluable económicamente, han sufrido también todas estas modalidades cinegéticas una pérdida cualitativa, importante e irreemplazable, la de Ricardo Medem.
Ricardo fue un hombre, un cazador, un contador de lances, que quiso exprimir el año pasado casi hasta el final. Nos ha quedado el recuerdo del Ricardo cazador. Su presencia ha sido tan importante para la caza que llegó a reconocérsele internacionalmente con el premio Weterby. Pero aún siendo Ricardo Medem tan grande como cazador, no llegaba a ser aquella grandeza más que una sombra de la del divulgador y conservacionista que también fue. Pues el cazador caza, y cazando se embelesa para sus adentros con los lances de muerte, que finalmente es vida. Pero éste lo hace para sí, para satisfacer ese íntimo placer que le da el sentir la naturaleza palpitante en sus atavismos. El cazador lo vive, mientras el escritor es capaz de recrear lo vivido, lo cual no es poco… créanme. El Ricardo Medem divulgador supo desprenderse de la comodidad de guardarse para sus adentros la grandeza de su caza, haciéndonos partícipes de ella a los que, en muchos casos, nunca sufriremos los rigores de los inviernos asiáticos, o quizás el pegajoso calor de la sabana. Esta es la mezcla de sufrimiento y dicha contenida que ha sabido y querido transmitir a las generaciones futuras de cazadores.
En este pasado año 2009, amén de producirse esta pérdida, también se han cumplido el centenario del nacimiento de otro ilustre cazador, mejor poeta, escritor y articulista, esto es: José María Castroviejo. De su nacimiento diré que no hubo paridura de lobezno tan ávido de cultura, tierra y caza en toda España, como la de este ilustre convecino mío. De su vida, dice Marta Lemos en su sentida biografía literaria… «Castroviejo, que era hombre de sentidas creencias, pensaba que la naturaleza era una obra mayor, que el diseñador de tecnologías no la puede imitar y a la cual él se sentía en la obligación de conservar». En una de sus últimas obras, La Montaña Herida, Castroviejo nos transmite su pasión ciega por la alta montaña; a la par que desde los adentros del predador cazador pegado a la tierra, lanza un desgarrado y telúrico aullido por la conservación de la alta montaña gallega. El paralelismo de Castroviejo con la figura de Medem es significativo, el amor a la montaña y a sus criaturas vistas desde los ojos de los predadores que han sido, y desde las cuartillas de papel donde se han volcado, no tiene parangón. Les separan, cual simetría divergente, la laureada pluma por parte de Castroviejo y el premiado palmarés cinegético por parte de Ricardo Medem. Lo importante es que ninguno de los dos caiga en nuestro olvido, y aunque el centenario de Castroviejo ha pasado sin pena ni gloria en nuestro mundo venatorio, sería de agradecer que alguien, o algo (RFEC), vayan pensando en editar una recopilación de los artículos que José María Castroviejo y Blanco-Cicerón tuvo a bien de obsequiarnos en Caza y Pesca, ABC, El Pueblo Gallego… etc. Las generaciones venideras tienen el derecho de que personas tan principales como esta pareja de ases puedan iluminarlos con sus letras y su ejemplo en el amor a la naturaleza y a la caza. Publicado en Federcaza, enero de 2010
Comparte este artículo

Publicidad