El alóctono imaginario

Hoy sucede que lo autóctono disfruta de una presunción de excelencia frente a lo alóctono, que se desprecia, se repudia y se llega a demonizar.


Nuestras sierras conservan en muchos casos los tintes de tiempos mejores, rezuman aún esa fragancia de gestas cinegéticas que ambientan macizos montañosos que, cual Gredos inalterables tapizan nuestra vieja Iberia.
Existe otra realidad derivada de los cambios económicos que han supuesto el abandono de la agricultura tradicional. En las montañas norteñas, donde otrora se roturaba lo que hoy es monte para plantar centeno, crecen las uces, los tojos y las escobas. En sus laderas sólo vemos prados verdes encharcados de purines para procurar alimento al ganado estabulado; más allá, en el fondo del valle, el maíz forrajero es el rey. La autóctona perdiz ya no puede vivir allí, pero el alóctono faisán sí… No puedo entender que se haya dado por irreversible el cambio de la flora en este ecosistema, y en cambio que sigamos consintiendo que, en muchas autonomías españolas, se trate de una forma negativa la repoblación de faisán en esos lugares. Se discrimina la iniciativa por el simple hecho de que sea una sociedad de caza la que solicita esa repoblación; usando para ello la especie más adecuada para ocupar un nicho ecológico cuya titularidad antaño ostentaba la perdiz. Las cosas han cambiado también en nuestra sociedad urbana, una de sus consecuencias ha sido la proliferación del hecho multicultural. Convivimos con lo multirracial, lo globalizador, es decir… lo alóctono evidentemente. Ello no es obstáculo para que desde todos los campos sociales posibles intentemos, y de hecho lo hacemos, preservar nuestras culturas tradicionales. También en todos nuestros campos, montes y entornos que permanezcan inalterados debemos luchar por el mantenimiento de lo auténtico, de nuestra ancestral y autóctona perdiz, nuestro conejo, nuestra liebre, etc…
He hablado del campo, de la sociedad urbana… ¿Y la administración?… ¿Qué pasa con nuestra administración? La autóctona administración española; esa de tradición decimonónica dibujada por Mariano José de Larra en su Vuelva usted mañana. Esa que prolifera y se expande por las taifas autonómicas como el alóctono eucalipto por los muy especulados montes de la España verde. La administración suele ser de acción irrespetuosa, por norma general, con el ciudadano en todos sus niveles. Desde los niveles más periféricos —ayuntamientos— a la administración central, podemos depender de un rosario de privilegiados sociales ejemplos individuales de la intocable casta del funcionariado, capaz de paralizar la evolución lógica que significa una repoblación de faisán dentro de un ecosistema que ya no volverá a ser el que antaño fue. Pero… como lo proponen los cazadores, el rodillo administrativo impone su derecho de ecopernada, de forma que aparte de darnos por donde se rompen los sacos, además deberemos de sonreír y pedir perdón por mostrarles la espalda a nuestros empaladores administrativos. La educación ante todo, eso sí… Mientras, con la polivalente e impura mano izquierda la administración se muestra laxa con la plantación excesiva de especies pirófitas; en cambio, con la otra extremidad nos enseña lo rígida que puede llegar a ser para salvar al planeta. Ejemplo de ello ha sido la imposición de sendas multas de seis mil euros a un hotel urbano en las Rías Baixas que, por estar en un ámbito de Red Natura 2000, le fue instruido un expediente sancionador por la plantación de dos unidades de palmeras. Estas son consideradas especies alóctonas, como los faisanes… y en teoría perjudiciales para el medio… urbano en este caso. Al otro lado de la calle, el Ministerio de Medio Ambiente ejecuta un hermoso paseo marítimo dotado de bancos, farolas, y un considerable número de palmeras tropicales, que al contrario que las del cercano hotel sancionado, yo quiero suponer que serán palmeras que exhiben la condición de autóctonas, sin duda alguna… ¡Cosas veredes… amigo Sancho!Publicado en Federcaza, Noviembre de 2009
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