El lance de mis sueños

Por fin, después de un largo tiempo, ya lo tenemos. El puesto, casi familiar. Ese sitio mágico que nos da la libertad. Nos disponemos a preparar nuestros bienes de una forma casi supersticiosa, marcado por nuestros errores y aciertos de otras ocasiones.


Estudiamos nuestro puesto, vemos los pasos, los lances, buscamos los rastros, la tensión se empieza a apoderar de nosotros. Ya no hay marcha atrás, rezamos para que los perros y sus perreros sean los protagonistas del día. Nervios, risas, tensión, mil y una sensaciones en un solo momento, ahora.
A lo lejos el simple movimiento de una rama nos pone en alerta. Ya está aquí. No le vemos pero sabemos que es el animal de nuestra vida. Nos tensionamos, sabemos por dónde romperá y solo unos metros nos separan de la gloria o del recuerdo del fallo de por vida. Sigue rompiendo monte con la precaución y sabiduría que le ha dado el tiempo y las batallas en las que salió victorioso. Para nosotros el tiempo se ha detenido, y aunque los segundos no dejan de pasar, en nuestros relojes sí. Sólo podemos escuchar la lucha de nuestro corazón, silencia al animal que avanza hacia su salvación. Ahí está, es impresionante, precioso, majestuoso, nos invade el miedo, es nuestra oportunidad. Nos echamos nuestro rifle a la cara, le buscamos con el visor. ¡Qué bicho! Apuntamos sin querer precipitarnos, deslizamos nuestro dedo buscando el gatillo que nos dará la gloria, apretamos y… pum ya ha salido la punta de nuestros sueños, miramos para ver que hemos ganado, pero no, justo nos vio frenó y rompió hacia bajo. ¡No puede ser! ¿Cómo hemos fallado? La desolación se apodera de nuestra alma, y no me quito de la cabeza. ¿En qué he fallado? ¡No puede ser! ¿El rifle? ¿Los nervios? ¿Lo habré pinchado? Joder, si lo tenía todo controlado, ahora el tiempo no perdona y vuela para recuperar el reloj que estuvo parado. De forma temerosa nos acercamos donde disparamos, esperando encontrar ese preciado color rojo que vuelva a dar vida a nuestro corazón. Según nos acercamos intuimos que va a sonar la caracola, ahora no por favor, dadme el tiempo de probar que hoy es mi día… Y así es, suena nuestro despertador para decirnos que es la hora de ir de montería, que una vez más hemos cazado sin salir de casa, y quién sabe si hoy, a lo mejor, tenemos la batalla contra el animal de nuestra vida. Para los que amamos esta forma de vida, cada día, cada minuto, cada segundo, en definitiva cada instante, es una jornada de caza.

Torcazes al estilo de la abuela

Ingredientes

Ingredientes para 4 personas: 2 palomas torcaces, 2 zanahorias, 1 cebolla, 100 gr. de champiñones, 1 dl de aceite de oliva, 2 cucharadas de chalotas picadas, 1 diente de ajo, 1 cucharada de harina, 1 vaso de Armagnac o de Brandy, 1 vaso de vino blanco, pimienta, 1 ramillete de hierbas aromáticas y Sal

Preparación

Dorar en aceite las zanahorias, previamente cortadas en cubitos, una cebolla pequeña y el ajo. Añadir la harina y dejar que se tueste ligeramente. Incorporar un cuarto de litro de agua, o si es posible de caldo, y una pizca de sal. Agregar después unos granos de pimienta triturados y las hierbas aromáticas, y hervir. Asar ligeramente las palomas torcaces y cortarlas en cuatro trozos, quitándoles los huesos. Dejarlas tapadas y al calor. Flamear un vasito de Armagnac o Brandy y echarlo sobre ellas junto a algunos champiñones fileteados y salteados. Mondar cuidadosamente los huesos y los cuellos y recoger el jugo que hayan desprendido. Juntarlo con los hígados e incorporarlos a la salsa y cocer media hora más. Echar en una cacerola un vaso de vino blanco, las chalotas picadas y una pizca de pimienta recién molida, manteniendo todo al fuego hasta que se evapore el líquido. Colar esta salsa dejando que se reduzca, si es demasiado clara, y echarla sobre las palomas. Calentarlo todo sin permitir que vuelva a hervir.

Presentación

Servir acompañadas de rebanaditas de pan frito.
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