El futuro de la caza. Esperanza y desánimo

Después de este letargo de escritura veraniego, me decido por fin a olvidarme de primas, bolsas y rescates que me tienen sumido en esta depresión vacacional. Y miro a mi mundo, el de la caza, con una mezcla de esperanza y desánimo. Vean si no.


El pasado año tuve la oportunidad de cazar en un país europeo y cuál fue mi grata sorpresa cuando me encuentro que el dueño de la casa rural me expide, él mismo, la licencia de caza. Pensé por un momento que me tomaba el pelo y que aquello no era sino una forma de sacarme los cuartos, como diríamos los manchegos. Después de mi desconfianza cateta pude seguir observando con admiración el mimo con el que la población trata al cazador. Más allá de ser una de sus fuentes de ingresos, un cazador en Europa es una persona respetable, con grandes conocimientos de la fauna (cinegética y no cinegética) y buen gestor del medio natural que habitan. Y, créanme, por aquí viene mi desánimo. Probablemente, España es uno de los países del mundo donde la caza tiene un mayor peso específico en su socioeconomía. Y, probablemente, España es uno de los países donde exista mayor caos legislativo y en donde la mayoría de políticos miran hacia un lado, sin querer saber nada de los grandes problemas que hacen peligrar el futuro de la caza. Es como si el sector vitivinícola (que en cuanto a su aporte al PIB supone cifras parecidas a la caza) atravesara una grave crisis y las administraciones hicieran oídos sordos… A ver qué político tiene bemoles. Sin embargo, no hay mes que pase donde, desde las diferentes administraciones, no se hagan declaraciones valorando (en cifras inventadas) los cientos de millones de euros que se mueven en el sector cinegético. Pero, entonces, ¿qué o quién falla? ¿Por qué puñetas no se reinvierte un solo euro de los que las administraciones ingresan fruto de licencias o matriculaciones de cotos en solucionar nuestros problemas? ¿Saben que los daños a la agricultura están suponiendo que se queden libres decenas y decenas de cotos (y que serán cientos) que no pueden pagar esas cifras astronómicas de indemnizaciones? ¿Saben que la crisis del sector se está llevando por medio miles de jornales? ¿Conocen que para el cazador extranjero este país es el hazmerreír por tener 15 leyes, 17 órdenes de veda y 17 licencias de caza? ¿Es que no ven la presión a la que los grupos ecologistas nos han tenido sometidos durante décadas? Pues, claro que lo ven. Pero unos miran a un lado y otros fingen estar ciegos. Pero miren por dónde, ahora parece que nos miran a la cara, de frente. Por eso, después de estas reflexiones depresivas, permítanme mostrarles un pequeño haz de luz al final de este largo túnel. Ya conocen las clarísimas declaraciones de nuestro Ministro de Agricultura apoyando al sector cinegético día sí y día también. Y que se quiere realizar una legislación básica, unificar licencias, modificar reglamento de armas. También conocerán que hay algunas CCAA, como Extremadura, acaba de cambiar su Ley de Caza, mucho más afín al sector, o que Castilla-La Mancha ha modificado por dos veces el Reglamento y es la primera autonomía que ha aprobado los métodos de control de predadores. Y aunque no debemos de perdernos en euforias, es cierto que aquellas utopías, que mirábamos con cierta nostalgia, las tenemos cada vez más a nuestro alcance. En unos días volveremos a mantener una nueva reunión con el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente y con el Ministerio de Interior. Es el momento. Es la gran oportunidad. Sólo espero que los egos asociativos que todos tenemos no provoquen una vuelta atrás en este camino ya andado. Las medallas, para los deportistas, que para eso estamos en periodo de olimpiadas.
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