«Sigamos mareando el topillo»

Hablando de lo demasiado hablado ya por todo el mundo, de la plaga del topillo de campo que hay por tierras de Castilla y León, de la plaga de Microtus arvalis, tengo que decir que, con el revuelo y la total falta de entendimiento que hay con este tema, lo que menos me gustaría en estos momentos es estar metido dentro del grupo de personas de la administración que tienen que dar la solución definitiva al problema de esta plaga, ya que después de lo que estoy viendo y escuchando, darla y que sea satisfactoria para todos los que se ven involucrados o perjudicados por ella es totalmente imposible.


Pero no solamente por lo grave y complejo del problema, sino porque a la hora de tomar una determinación para solventarlo van a tener en contra a tropecientas personas que se van a estar quejando y criticándolos día y noche sin parar, aunque sin aportar tampoco nada positivo o una solución que pudiera ser viable. Yo hasta ahora en todo lo que he escuchado y leído, tanto en los medios del sector cacero como en otros lugares desde donde se puede opinar de todo gratuitamente, lo único que he visto han sido quejas y más quejas por parte de todo el mundo, de agricultores, cazadores, ecologistas y de no se cuantos más, pero eso sí, siempre defendiendo cada uno lo suyo como lo más importante, lo de los demás parece ser que no lo es tanto, aunque a lo mejor lo sea mucho más. Yo entiendo que todos critiquemos a los que tienen que resolver el problema por no haberlo enfocado desde el principio debidamente, posiblemente por pensar que no iba a llegar a tanto y, aun más, que los critiquemos por no haberlo resuelto todavía de forma airosa y correcta. Pero también entendería que alguien además de criticas aportara alguna solución coherente que fuera buena para todos, para los agricultores, para los cazadores, para los ecologistas, etcétera, etcétera, algo que creo es imposible, pues lo que para un colectivo puede ser bueno, para el otro estoy seguro que no lo va a ser nunca. Los agricultores se quejan con toda la razón del mundo, ya que perder por culpa de estos roedores una cosecha que están cuidando y esperando que sea fructífera durante todo un año es algo muy doloroso, de ahí que pidan venenos, fuegos y todo lo que sea con tal de acabar con la plaga que los arruina. Por otro lado tenemos a los que piensan —yo creo que muy acertadamente— que ciertas prácticas no se pueden emplear en contra de esos topillos que arruinan a los agricultores, ya que pueden ser sumamente nefastas para otros muchos animales y cosas que nada tienen que ver con el problema. Por otro lado estamos los cazadores, que además de quejarnos por lo anterior, también nos quejamos de forma lógica de que haya por ahí algunos grupos que siempre que hay algún revuelo medioambiental quieren que seamos los paganinis, bien pidiendo que paremos nuestra actividad venatoria o haciéndonos la puñeta de otra forma. Aunque en esta ocasión dicen —no sé si de forma sincera, aunque tampoco tengo dato alguno que me haga dudarlo— que no lo hacen por el bien de las especies cazables, sino por el de los cazadores, ya que de comernos alguna de las piezas cazadas podemos envenenarnos tanto nosotros como nuestras familias. Y todos, claro está, aunque de forma lógica, nos quejamos a la vez a los mismos, a los de la Administración, que son los que tienen por obligación que hacer algo que por imposible que sea resulte fructífero, ya que para eso están ahí. ¿Y qué hacen los de la administración —según mi opinión, claro— ante tanta queja por parte de todos?, pues volverse locos por no saber qué hacer, si tirar por la calle de en medio y hacer algo con tal de solventar el grave problema que tiene creado la agricultura, que al fin y al cabo es la que le da de comer a muchas personas allá por esas tierras castellanas, o por el contrario no hacer nada o hacer algo a medias para que ningún colectivo se sienta mal y se queje de forma individual. O lo que es aun peor, que los pueda llevar a los tribunales y les haga perder sus puestos o empleos, como ya ocurrió en su día con alguien que se equivocó tratando de solucionar este mismo problema, alguien que además de pasar por el juzgado se fue directamente al paro. Y qué quieren que les diga, yo creo que este hombre no iba a hacer lo que hizo con mala fe, yo pienso que lo haría por desesperación ante el problema que se había planteado, o en todo caso por desconocimiento y malos consejos, pero no por otra cosa. Aunque también estoy de acuerdo con que pagara su equivocación, ya que ahí no estaba puesto para que se equivocara, sino para que en todo momento acertara e hiciera las cosas bien para todos. Pero es que además, yo pienso que los de la administración se vuelven tan locos con el problema porque saben lo que muchos de nosotros ignoramos, que lo peor aun puede estar por llegar, ya que cuando más topillos puede haber en esos campos es en septiembre y octubre. Pero es que por si lo anterior fuera poco, saben que no se la están jugando con cualquier animalito, ya que tienen muy claro que es un animal que en años propicios para ello, y este parece serlo a todas luces, «se prolifera mucho más que las amapolas en los trigos». Alcanza su madurez para procrear a las dos o tres semanas de haber nacido, su gestación es de tan sólo unos veinte días, y sus camadas andan alrededor de cinco individuos de media, así que para parar esta explosión que al parecer se da cíclicamente y en años propicios para ello, «que se aten los machos bien atados», que falta les va a hacer para luchar contra los topillos y contra lo que aun puede ser peor, contra todos los que aun conociendo el grave problema que hay creado «no queremos ceder ni un ápice de lo que consideramos nuestro». Yo creo que estos temas habría que tratarlos de forma diferente, uniéndonos todos y tratando de prestar ayuda a quienes más la necesiten, y no criticándonos unos a otros y queriendo siempre llevar el ascua a nuestra sardina. Si a los agricultores se les arruinan sus cosechas, pues todos juntos a pedir que desde la Administración se les ayude a solventar su problema económico; si los cazadores tenemos que parar durante un tiempo nuestra actividad para no envenenarnos, pues la paramos si es necesario y después pediremos responsabilidades a quienes las tengan, pero primero vamos a remediar el problema; si los ecologistas tienen que ayudar a la Administración, a los agricultores y a los cazadores, pues que ayuden también sin ver a nadie como enemigo. El caso es que en un momento tan difícil y con un problema tan bestial como el que hay creado con los topillos, nos pongamos todos de acuerdo y nos ayudemos unos a otros en lo que haga falta, que ya después habrá tiempo de echarnos las cosas a la cara. Ustedes se imaginan si cuando hay un grave incendio, los bomberos en vez de apagarlo se pusieran a discutir con otros colectivos quienes han sido los culpables de él, seguro que no lo apagarían en la vida y se quemaría todo. Aunque claro, para que se dé lo que he expuesto más arriba, la unión de todos ante el problema, primero la Administración ha de ser más clara y explícita, y decirnos claramente qué es lo que quiere hacer y cómo quiere hacerlo, y si dice que es imprescindible el uso del veneno y que lo va a utilizar por ser el único medio para combatir la plaga, que nos explique a todo el mundo también de forma muy clara qué problemas puede acarrear ese veneno y qué debemos hacer ante su utilización. Y así, los cazadores, los agricultores, los ecologistas y todo el mundo sabremos a qué atenernos y qué hacer. Incluso yo creo que si la Administración, después de explicarnos bien el problema y sus medidas para combatirlo, nos pide ayuda a todos los grupos o colectivos implicados, seguro que la tendrían. Lo que no creo que se pueda hacer es lo que a mi me da —aunque esto es sólo una suposición por mi parte— que ha hecho la Administración, decir verdades a medias, aunque esas verdades a medias las hayan dicho por no saber qué hacer o no atreverse a decir verdades enteras por miedo a las reacciones de algunos grupos o personas. A mi me da que lo que realmente les ha faltado ha sido valentía para decir y hacer lo que pensaban, no otra cosa. Y ya para acabar, decir, que lo que yo creo que tenemos que exigirle todos juntos a la Administración de una manera muy seria y firme, es que en cuanto acaben con el problema actual de los topillos, que ahora pienso que es lo primordial, que gasten el dinero y el esfuerzo que sea necesario en investigar con la mayor brevedad posible las causas por las que de vez en cuando o de forma cíclica se da este fenómeno o explosión de topillos, que pueden ser varias: el tipo de agricultura que se lleve a cabo en la zona, la climatología o lo que sea, pues sabiendo a qué se debe este fenómeno, se podrá ver venir con tiempo y se sabrá cómo combatirlo de forma coherente. Al menos esa es la formula que yo pienso que hay que emplear para que otra vez no ocurra otra catástrofe como la sufrida por casi todo el mundo en Castilla y León este año con los topillos de campo, con los Microtus arvalis. Aunque yo personalmente lo que más les pido desde aquí a los señores de la Administración encargados de resolver el problema de los topillos, es que tengan en cuenta por encima de todo que las actuaciones que lleven a cabo para acabar con la plaga nunca sean tan equivocadas que hagan que «el remedio sea aun peor que la enfermedad» y, sobre todo, que no sean tan nefastas para el resto de animales como según algunos técnicos han dicho ya que han sido algunas de las que de forma atropellada y sin demasiado sentido se han llevado a cabo.
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