El valor de la noticia

Hace ya muchas décadas que los medios de comunicación tienen una importancia fundamental para dar forma a la opinión de los ciudadanos, y esos medios son cada vez más extensos, más capaces y cercanos, casi ya del todo insustituibles para muchos millones de usuarios, hasta tal punto que son parte fundamental de movimientos y campañas de todo grado y signo político y hasta comercial.


Y sucede que hay ocasiones en las que los reportajes o ideas que difunden acaban confirmando hasta qué punto pueden estar manipuladas para beneficio descarado de quienes las difunden. Como ejemplo, una corresponsal de TV que desde los EE.UU. no puede ocultar su alegría por los muchos miles de personas que se habían manifestado en contra del presidente Trump (y esto en más de una ocasión a lo largo de un día), hasta que alguien debió obligarla a corregir su información, rectificándola porque los manifestantes lo que hacían era apoyar al presidente, y no al revés como ella se empeñaba. Más que curioso, desde luego.

Otro ejemplo cercano cuando unos días atrás un descerebrado mató a 26 personas e hirió a otras varias en una iglesia (en Texas), aprovechando inmediatamente el hecho los anti-armas para renovar su campaña desde los telediarios, complementando la noticia con la renovada polémica sobre la tenencia de armas en aquel país (y por supuesto con lo que evidentemente salpica a otros muchos), y esto durante tres días.

Y esa información se repitió machaconamente así, mientras que desde que casi el terrible hecho había sucedió, varias agencias de prensa confirmaban que un ciudadano (fontanero para más señas, además de instructor de la NRA para desgracia del asesino), había abatido con su rifle a éste, evitando así que matara más gente y echando literalmente por tierra el discurso de los que centraban únicamente en las armas el problema. Porque si el agresor usó un rifle para matar inocentes, otro rifle prácticamente idéntico sirvió para que dejara de hacerlo de forma instantánea. Y la noticia de la masacre siguió emitiéndose durante varias jornadas más, pero ya sin el complemento de todo lo absolutamente malo que generaban las armas en manos de los civiles. Para remate, numerosas personas entrevistadas en las calles de esa localidad confirmaban que, en su opinión al menos, quienes matan no son las armas, sino las personas que hacen mal uso de ellas.

Y, cambiando completamente de tema, llamo su atención sobre un asunto que publicamos en este número. Y es dónde les hablo de los fusiles CETME y de las decenas de ejemplares que marcaron su evolución, piezas únicas que fueron meses atrás intervenidos por la policía en los locales de la empresa Cantábrico Militaria, en una operación que hasta llevó a la cárcel a los responsables de esa empresa, quienes fueron puestos en libertad, sin fianza, 100 días después, en una situación de la que no se ha vuelto a tener noticia, pero que implica también que esas armas (y varios miles más, y todas legalmente inutilizadas según confirman sus propietarios), estén hoy en dos grandes contenedores a la intemperie. Y tenemos que desear lo mejor para esas personas, por lo que de ellas hemos podido conocer, y también para esas armas que son realmente parte insustituible de nuestra Historia.

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