Freno a los anticaza

Hace pocas semanas he leído en la revista ‘Trofeo, caza y conservación’ su sección especial «El cazador ante la sociedad». Grandes amigos míos participan en esta recopilación analítica sobre los orígenes de esta situación en la que nos vemos los cazadores en este tiempo, en la que la sociedad nos denigra e insulta, nos malinterpreta y hostiga, y en la que casi todos vienen a coincidir en sus planteamientos, planteamientos en los que de manera general asiento. También asiento en las medidas que casi todos proponen para intentar transformar el escenario en el que nos movemos por otro más favorable, o al menos con una carga negativa inferior.


El conseguir que la prensa generalista preste la atención debida y sin tergiversar de los valores del arte cinegético en la conservación del medio natural, es uno de los argumentos más defendidos. Otro es el alcanzar que ese repertorio de estudios científicos que demuestran los beneficios de la misma lleguen al público en general. También podríamos seguir por el interés que la caza tiene en nuestra economía, y si quieren podemos hacerlo con más argumentaciones. Sin embargo, y a pesar de que en el diagnóstico que muchos efectúan se sitúa como uno de los orígenes principales de nuestra persecución la caza de bote, es decir, el tiro sobre un animal que a pesar de corresponder con una especie salvaje, no lo es en absoluto, ya que ha sido criado como un ganado más, no acertamos a coger el toro por los cuernos. A partir de este momento me gustaría poder conseguir transmitir lo que pienso, sin que lo que llegue a mis lectores se vea transfigurado y por tanto lejos de mis planteamientos, porque ante todo debe quedar meridianamente claro que soy amante de la libertad propia y ajena, por lo que considero inalienable el derecho que todos tenemos a divertirnos como nos dé la real gana, incluyendo la caza de bote y de cercón. Por más que los amantes de la caza pura, la caza salvaje, la única caza verdadera que existe —no debería decir esto, porque caza solo hay una, la caza salvaje, pero me permito la licencia para que no se me entienda mal—, nos desgañitemos gritando a los cuatro vientos que eso —la caza de bote— no es caza, en tanto tengamos enemigos nos seguirán mordiendo las carnes por ahí. Nuestros enemigos solo hacen algo que es muy viejo: señalar a alguien del exterior —de sus organizaciones y de la vida urbana, claro está— como enemigo público, y luego difundir las mismas mentiras una y mil veces. «Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad» dicen que pensaba Göbbels, y estas organizaciones lo llevan al extremo. Sin embargo, creo que nos falta hacer lo más importante, al lado de lo cual las otras medidas por casi todos propugnadas se situarían como un complemento a esta acción básica: sacar de la normativa legal relativa a la caza el tiro al animal de jaulón o de cercón. Hasta que no consigamos hacer esto van a seguir zumbándonos la badana sin tregua y por los siglos de los siglos. Y vuelvo a insistir; esto no quiere decir que esté en contra de esta actividad, simplemente creo que debería ir por otros derroteros ajenos a la caza. Tenemos que conseguir que de las leyes de caza se saquen los cotos intensivos y los cercones, que deberían llamarse otra cosa como zonas de tiro o el nombre que usted quiera, las sueltas que no sean con finalidad repobladora, las granjas cinegéticas, y todo lo que no sea en puridad y estrictamente caza. Todas las leyes de caza que conozco incluyen entre sus títulos primeros algún artículo que suele rezar de una manera parecida a esta: «De la acción de cazar. Se considera acción de cazar la realizada por el hombre {…} para buscar, atraer, perseguir o acosar animales silvestres con el fin de darles muerte…». Sin embargo, es posible que siguiendo con el articulado nos encontremos con este otro texto: «Cotos intensivos {…} y el ejercicio de la caza se basa principalmente en la suelta de piezas de caza menor criadas en cautividad en granjas cinegéticas…». ¿Entonces, en qué quedamos? Mientras que no logremos que se separe la paja del trigo seguiremos estando perdidos. La normativa legal es nuestra única salvaguarda y la garante de nuestra verdad.
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