De ‘animalistas’ y otras mentiras

Después de lo visto, leído y escuchado sobre ‘El toro de la Vega’, se me van las manos al teclado.


Ni defiendo esa tradición ni la ataco. La respeto como a cualquier otra tradición de las muchas que existen dentro y fuera de nuestras fronteras. Si el espectáculo no me gusta, simplemente no lo contemplo. El fútbol no me gusta y no piso un estadio. Los toros bravos me dan miedo y no voy a correr en un encierro. Eso forma parte de mi libertad. Son inadmisibles las movidas que montan los llamados animalistas ante una corrida de toros, ante ‘El toro de la Vega’, y ante algunos otros actos en los que participan animales como sujetos activos o pasivos, y que suelen terminar de modo violento a golpes entre humanos partidarios y detractores, lo que entiendo que es más reprochable. Desde siempre me planteé esta pregunta: ¿qué es un animal? y la definición de la Real Academia de la Lengua Española nos dice: «Ser orgánico que vive, siente y se mueve por propio impulso» y aceptaré esa definición como correcta, aunque simplificada. Entonces es cierto que un toro es un animal, como lo es un cerdo, una gallina, una rata, un escarabajo, una mosca, un mosquito, un centollo, un bonito, un atún e incluso una gran ballena. Por otra parte, ¿qué significa animalista? Volviendo al diccionario oficial, nos dice que animalista es un adjetivo: «Dicho del arte o de sus manifestaciones: Que tienen como motivo principal la representación de animales». Es curioso que no lo contemple como un sustantivo, aunque ello no impide que lo incluya en alguna nueva edición con una definición que diga más o menos: «Persona amante de los animales» o que mezclen aquello de «defensor de los derechos de los animales» que es algo que se repite con frecuencia. Uniendo lo anterior, me viene otra pegunta: ¿por qué los llamados animalistas solo se manifiestan cuando el protagonista es un mamífero y forma parte de un acto público? Es posible que no deban llamarse animalistas, y definirse como mamiferistas, que tampoco es una palabra reconocida. De los otros mamíferos, ballenas, delfines, etc. ya se ocupan algunos grupos de los llamados ecologistas, especialmente los que disponen de barcos y otros vehículos náuticos. Y seguimos con las preguntas. ¿Cómo protegen los animalistas a las ratas y a los insectos? ¿Será que no saben que también son animales? ¿Cómo dejan que se les envenene? Algunos Ayuntamientos disponen de brigadas para fumigar a las cucarachas en las alcantarillas de las ciudades. ¿Cómo es que no montan un número para impedir tal masacre? Principalmente con medios aéreos y en diferentes épocas, se fumigan plantaciones y zonas residenciales para eliminar bichos molestos y/o dañinos, que no dejan de ser animales, y en ocasiones, como daño colateral, también matan a otros animales de mayor tamaño. ¿Será que en estos actos no hay sufrimiento animal o que se trata de especies que no tienen derechos? En algunas ciudades se eliminan palomas y otras aves de las que tanto abundan y tanto ensucian, pero en este caso tampoco sucede nada con estos grupos. Ahora bien, si un cazador mata una paloma, ya es un asesino. ¿Y con la pesca? España posee una gran flota de barcos de pesca, y muchos kilómetros de costa donde abundan pescadores de los llamados deportivos con sus cañas, al igual que en ríos, embalses, etc. Tanto en la pesca comercial como en la deportiva, el final para los peces es el mismo. Se les saca del agua, bien con red, con un anzuelo clavado, o traspasados por un arpón, y mueren por asfixia dando coletazos durante un rato. A otras especies marinas, crustáceos como la langosta, bogavante, etc. que llegan vivas al mercado les espera otro final, como morir en un caldero de agua hirviendo, o troceados vivos con el cuchillo del cocinero. Pero estos animales, sí, animales, tampoco deben sufrir ni tener derecho alguno al parecer de estos grupos autoproclamados animalistas. Es curioso. Según se aprecia, y para esta gente, los únicos animales que tienen derechos y que sufren son los que participan en espectáculos con mucha expectación, donde es fácil calentar el ambiente desde antes de la fecha anunciada sabiendo que acudirán las cámaras de televisión, prensa, etc. Y yo sigo preguntándome: ¿qué pretenden? ¿No serán exhibicionistas que quieren aparecer en los medios de información? Hay algo que no admite duda, y es que son provocadores que buscan el enfrentamiento y la bronca para publicitarse, o para Dios sabe qué. A veces producen pena, como ver a mujeres llorando, y en otras risa, como las imágenes de ese mozo que se amarró por el cuello con un cepo de moto a una señal de tráfico y tiró la llave al río. Luego, y todavía con cara de acojono, se quejaba de que, cuando el toro estaba en la calle, los guardias civiles se pusieron a salvo. ¿Qué esperaba? Me hizo recordar a José Mota cuando en alguna actuación le grita a otro actor: «¡Tonto, que eres mu tonto! Pero no tonto pa un rato, no. ¡Tonto pa siempre!». Como quiera que esta gente, en actos o espectáculos legales, insulta, intenta boicotear, agrede, se pasa la ley por el arco del triunfo, etc. yo pediría a las autoridades que pusieran más celo en detener al mayor número de ellos, y que, después de una noche a la sombra, los llevase al matadero de una capital y les obligase, durante unos días, a permanecer allí presenciando, oliendo y escuchando todo lo que sucede en su interior. Estoy convencido de que ese premio, que a fin de cuentas es cultura, sería más efectivo que las multas dinerarias. Y los medios, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, rápidamente sacaron las competiciones de codorniz a tubo como práctica criminal que realizan los cazadores como entrenamiento, y que, aunque sea legal, atenta contra el derecho de las codornices. O sea, que los cazadores nos entrenamos con esas tiradas y supongo que con las de pichón. «¡Tontos, que son mu tontos!»
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