Fotos que retratan

Los cazadores siempre han gustado de posar con sus piezas, sean éstas un humilde conejo o un majestuoso elefante. Es natural, lógico, y una prueba fehaciente de que estaban allí aquel día. Pero si por alguna razón esas fotos saltan a los medios de comunicación generalistas, pueden presentarse como una especie de ‘testigo de cargo’ e incluso representar un factor de riesgo.


Alguien, casi siempre con el tono que da considerarse moralmente superior, se encargará de poner a parir a quien sostenga el arma, y su coro de seguidores asentirá espantado ante semejante exhibición de falta de entrañas. Es igual que se trate de una cacería legal y que el cazador sea un honrado y abnegado médico, o ingeniero, o abogado, o empresario o servidor público. La imagen valdrá por sí sola para descalificarlo, sobre todo si el animal en cuestión es grande y la cacería costosa. En tal caso no hay ni duda ni misericordia: el retratado es un ser despreciable, un tipejo. Y si ya lo fuera antes, ahora más. ¿Cuántas veces habremos visto en los últimos meses reproducida la famosa foto de un elefante de Botswana estampado contra un árbol? Pues casi tantas como las que desde algún medio se haya querido criticar al Rey o a la monarquía que representa. No sé cómo estarán de argumentos, pero de imaginación no andan sobrados precisamente. Saben que esa imagen es un recurso tan inconsistente como eficaz, y por eso la utilizan. Una llamada a las vísceras del personal en vez de a su cerebro. Es de lamentar que la contemplación de ese tipo de fotos haya a quienes les haga sentir una superioridad moral (de andar por casa) que utilizan para auto-reconocerse mejores. A algunos les vale también para hacer razonamientos delirantes. El asunto Miguel Blesa y Caja Madrid del que tanto se está hablando —y en cuyo fondo no osamos entrar, pues no es harina de nuestro costal—, ha adquirido nuevos matices desde el momento en que se han divulgado unas fotos del expresidente de la Caja posando con una serie de trofeos de caza. ¡Para qué queremos más! ¡Y encima cazador!, se dicen los de siempre. Atentos a lo que ha firmado sobre el caso en al menos un par de periódicos digitales alguien que se llama Rafael Torres. Empieza, directamente y sin necesidad de esperar a ver qué determina la Justicia, con dos «se sabe» («que Miguel Blesa pudiera pertenecer al género de los que se enriquecen absolutamente a costa de la ruina absoluta de los demás» y que «buena parte de lo que se escamoteaba a los ahorradores se desviaba a sus bolsillos») y termina con un «pero no se sabía, aunque nadie se haya podido extrañar al saberlo, que ese hombre disfrutara extinguiendo la vida y la belleza de las soberbias criaturas que acribillaba con su escopeta de última generación y de penetrante e infalible mira telescópica». Vamos, que mal está que arruine a media España en su propio beneficio, pero que sea cazador… ¡eso sí es intolerable! Hay fotos que retratan, más que al que aparece en ellas, a quien las comenta. Porque hay que ser o un ignorante muy atrevido o un retorcido muy malvado, o ambas cosas, para llegar a determinadas conclusiones.
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