Mi vida con las perdices

Era una muerte anunciada. Cuando se iniciaron los cotos con la Ley de caza de 1970, muchos cazadores vedaron el propio y hacían ojeos en el pueblo vecino que estaba aún sin acotar. La concentración parcelaria remató lo que quedaba, que era mucho. La barbarie agrícola no recuerda ya el DDT, como para saber de los venenos menores de entonces y de ahora.


Ha sido la mía una relación muy intensa y larga con las perdices. Llevo 54 años cazándolas legalmente en esta provincia vallisoletana, pero de chaval las cazaba por el método de la cansada; a la carrera. Se empalmaban las parvas de perdices. Era agosto, en las tierras castellanas estaban aún las morenas de mies y llegábamos mi perro Pipo y yo, corriendo adonde se posaban, casi a la vez que la pollada; si volvían a saltar coincidíamos los tres cuando las perdices llegaban al suelo. Cuando cogía algún perdigón, con intención de criarlo hasta que medrara del todo, se moría entre mis manos agotado por la fatiga y eso cuando no era asfixiado por el perro si lo pillaba antes que yo. Era una caza frustrante, porque esperaba verlas criar vivas, pero no escarmentaba. Esto nunca acabó con las perdices, ni tampoco la caza racional. Ya, de cazador por derecho, empecé a leer que había que dejar cada bando con más de cinco perdices al finalizar la temporada, si querías tenerlas al año siguiente. De entonces acá, lo del declive de la perdiz ha sido una muerte anunciada. Cuando se iniciaron los cotos con la Ley de caza de 1970, muchos cazadores vedaron su pueblo y hacían ojeos en el vecino que estaba aún sin acotar. La concentración parcelaria de los veinte años siguientes remataba lo que iba quedando, que eran muchas perdices en cualquier territorio. La barbarie química de la agricultura trajo el DDT que ya nadie recuerda;como para saber de los venenos menores de entonces y de ahora, permitidos todos por las leyes. Hace un par de meses la CEE ha prohibido el Imidacloprid, porque saben que mata también a las abejas que polinizan el campo, pero sigue permitiendo Fipronilo, Tiram y Maneb, todos ellos mortales para la perdiz, las esteparias y otras granívoras, según se deduce de los estudios encargados al IREC por FEDENCA para la RFEC y la ONC. La perdiz está sin defensa medioambiental ahora que los cazadores en general hacemos ya una caza muy civilizada. Entre todos la matamos, pero por encima de cualquiera, la actividad agrícola actual, poco apoyada y aliviada en rentabilidad y, por ello, muy consentida por los poderes públicos: hagan lo que quieran, pero no crucen los tractores en las carreteras. Los cazadores no hemos sido santos perdiceros discípulos de San Antonio Abad, que curaba a los jabalíes, pero hemos tenido más sensibilidad y mejor conciencia conservacionista que el resto de actores del territorio, a los que importan las perdices tres puñetas. Algunos alcanzamos la responsabilidad con las especies hace muchos años. La frase que peor me sentó en mis años jóvenes de tirador de perdices medio virtuoso (que nunca fui), fue la de un jactancioso, que era admirado en su pueblo porque había matado la última perdiz del pago —que no recuerdo—, una brava patirroja que siempre salía larga, la entraran por donde la entraran. La mayoría de ese pueblo eran cazadores de pelo en el inicio de los años ochenta, que fue el del repunte del conejo. Aquel día fuimos a ese pueblo recién acotado que estaba sin una perdiz y con poco de todo, excepto cazadores. El personaje, propio del oeste del Río Pecos, apareció a mediodía, haciendo el paseíllo cuando ya estábamos todos comiendo en la cantina y tiró una perdiz sobre el mostrador de mármol, como con desprecio «Todavía quedaba ésta», dijo engolado ante el estupor y admiración de algunos lugareños. «Esta sí que era la última; ese atina hasta con los vencejos», nos informó circunspecto uno de sus admiradores. El pueblo acotado aquel año había sido devastado de perdices los años anteriores, pero no por este rematador cretino, sino a base de ojeos de un grupo de cazadores de otra región norteña, que tenían a los nativos de espantadores por el almuerzo, muy lustroso siempre, y una cántara de vino. Unos años después se recuperó el coto, pero llegó la química, la concentración parcelaria, la cosechadora y empacadora, el exceso de cazadores y muchas granjas poco controladas. Se acabó el milagro. Había muchas perdices hace cuarenta años en todos los lugares de mi tierra castellana y más aún donde siempre las ha habido en otros lugares de España. Hace 24 años, en 1990, llegamos a la mayor plantilla de la historia con 1.443.514 cazadores. Excesivo para lo que dejaba en el campo esta agricultura más productiva,para delirio de algunos granjeros vividores. La caída simultánea tan espectacular del conejo y la perdiz en esa década de los noventa, disminuyó la nómina de los cazadores hasta el 80%, muchos aún para lo que iba quedando. La perdiz cada día más acosada por todo y por todos, ya no ha superado el trance. La granja impera. En este tiempo del nuevo siglo, las perdices siguen disminuyendo a ojos vista pues, aunque ahora ya no las ojean por estas tierras, los biocidas o las labores veloces y nocturnas, tantas veces denunciadas, las ha dado la puntilla. Este año, a mayores, "pare la abuela" y despellejan todos los perdidos incluso los empedrados de antiguas canteras con el fin de situarse ante la futura PAC con más superficie cultivada, aunque sea arañando la piel musgosa empedrada donde es imposible sembrar. Hay que tener arada toda la superficie posible, para cuando hagan las fotos desde el satélite. El 14 de noviembre, en el Foro de la ONC, nos daban los datos concretos: La incorporación de unos 16 millones de Has agrícolas, como nuevas superficies potencialmente elegibles, han incrementado en poco tiempo hasta 38 millones de hectáreas la superficie agrícola española; pero sólo van a ser subvencionadas 22’4 millones de Ha, que fueron las declaradas en 2011. Todo esa agresión última a baldíos, perdidos y terrenos poco productivos —pero donde quedaban aún saltamontes—, para participar con más superficie, ha sido gravoso para el bolsillo del agricultor y nefasto para la masacrada perdiz roja y resto de fauna. Pienso que no ha habido la debida información a los agricultores desde el MAGRAMA. Todos creían que ahora se repartiría por todas las Has justificadas. Por otro lado, la predación es cada año más incisiva, la granja no consigue el tercer vuelo, no limpia la genética bastarda y tiene difícil controlar los virus y enfermedades. Por si faltaba algo, el cielo, de cuando en cuando, nos mata las polladas a "granizazos"… Esta temporada cumplo los setenta años y llevo veintiocho escribiendo en la revista FEDERCAZA (desde el número cero) y unos años antes en la admirada y veterana TROFEO durante cinco. Las perdices en estos cincuenta años largos de relación se han ido adaptando a las necesidades de este cazador y el cazador a las de ellas. Este año ya he ido a cazar perdices cinco días y he abatido cinco perdices. Tres han sido jóvenes igualones, la rémige octava creciendo y habrán nacido en la primera semana de julio, según calculo. Ya nos lo dirán los técnicos. Ando de caza hasta cuatro a cinco horas sin parar y aunque a veces corro, es a ritmo insuficiente para la perdiz. Ya no tengo los reflejos de aquellos años en que perdiz que saltaba en el escenario era normalmente abatida. Pero no me preocupa para nada. Una perdiz tambaleándose en la percha produce un contacto muy placentero que colma mi felicidad. Este año la perdiz ha criado bien en este coto y la ratio de todas las controladas J/A es de 4 a 5, lo que compensa de sobra el sacrificio de veda del año anterior. Pero aún siendo una alta producción por pareja, tenemos cada vez menos madre. Debemos seguir cazando con responsabilidad, controlando mucho las capturas y vedando en cualquier momento. Soy muy feliz viéndolas evolucionar en veda y ahora volar lejanas, mientras cojo unas setas. He pasado de perseguirlas a muerte a ser un defensor acérrimo en todos los teatros posibles. El MAGRAMA dispone de datos concretos de todos los estudios realizados por los cazadores, lo mismo que todas las Consejerías de MA y Agricultura de España, pero luego en los foros se percata uno, que nadie los ha leído. Lo mío no es que me haya pasado como a Santiago camino de Tarso, no; llevo cuarenta años velando porque no se pierda el tesoro de las patirrojas que tantas satisfacciones nos ha dado. He denunciado a todas las autoridades posibles las agresiones a la patirroja y en muchos foros cinegéticos lo mal que lo hemos hecho todos, empezando por los de casa, pero no sé si ha servido para algo. Lo dudo, porque no lo sé medir. La estupidez humana es inconmensurable. La de algunos políticos de esta cosa de la caza, infinita. Ajustado del publicado en FEDERCAZA (diciembre de 2013)
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