La caza no está en crisis

Un reciente estudio encargado por el Consejo Internacional de la Caza y la Fauna Silvestre (CIC) ha confirmado que la caza continúa siendo un elemento esencial en la economía de los Estados Unidos. A diferencia de lo que ocurre en Europa en general, y en España en particular, el número de cazadores aumenta todos los años en Estados Unidos.


En concreto, según la Encuesta nacional sobre Caza, Pesca y Vida Silvestre, se confirma que en el año 2011 un total de 13,7 millones de personas salieron de caza, lo que supone un aumento de un 9% desde el año 2006. También los gastos relacionados con la caza aumentaron considerablemente, superando en el año 2011 la increíble cifra de 34.000.000.000 de dólares, en donde no están incluidos los gastos por licencias, impuestos y sueldos y salarios, que sumados o lo anterior darían una cifra total de unos 66.000.000.000 de dólares anuales. Se estima que la caza genera alrededor de 600.000 puestos de trabajo. Se afirma en ese informe que la caza sigue siendo un importante recurso desde el punto de vista económico, proporcionado importantes ingresos a las economías locales, evitando además el abandono del campo y permitiendo que muchas tierras se mantengan en estado natural para poder practicar la caza en ellas. Llama la atención cómo en un país como Estados Unidos, donde también se ha producido una desaceleración en su economía, el número de cazadores y el gasto medio en caza sigue aumentando, mientras que en otros deportes de los denominados de aire libre el número de practicantes, y en consecuencia el gasto, se ha reducido. Según este estudio, la justificación del aumento de cazadores radica precisamente en la propia crisis, que hace que muchos cazadores salgan al campo a conseguir comida barata y además rica en proteínas. El estudio concluye diciendo que la caza es sin duda un elemento esencial en la conservación de la naturaleza en EE.UU. y que sigue siendo el método más adecuado para el control de las poblaciones de animales silvestres, reduciendo de forma considerable los costes derivados de los daños de la fauna en accidentes de tráfico y pérdidas agrícolas y ganaderas, permitiendo además la conservación de un elevadísimo número de hectáreas en estado natural, lo que favorece sin duda a las especies cinegéticas, pero también a las protegidas.
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