El número 500 de Trofeo

Me pide Juan Francisco París que con ocasión de publicarse el número 500 de la revista TROFEO cuente algo sobre mi vinculación con la revista, de la que sigo siendo colaborador desde hace más de 20 años.


Desde muy joven sabía que, por tradición familiar, mi destino profesional iba a ser el mundo del derecho, pero fue precisamente mi paso por la redacción de la revista TROFEO el que hizo que me decantara por una especialidad, en esa época un tanto novedosa, como es el derecho cinegético y medioambiental. Tras acabar la carrera, a mediados de los años ochenta, y dedicar después unos años a hacer algún curso en el extranjero y un amago de oposiciones, totalmente incompatible con mis fines de semana de caza a los que no estaba dispuesto a renunciar, surgió la oportunidad de entrar a trabajar como jefe de redacción en la revista. Juan Delibes acababa de ser nombrado director y estaba buscando un nuevo equipo para darle un aire totalmente distinto a la revista. La propuesta nos la hizo al mismo tiempo a Pablo Capote y a mí. Pablo entraría como maquetador y fotógrafo y yo como jefe de redacción. Lo de ser jefe de redacción quedaba muy bien en la tarjeta de visita, pero la realidad era que el equipo lo formábamos sólo los tres, más una secretaria que nos ayudaba a todos. La decisión por poco me cuesta la “excomunión” familiar, ya que querían a toda costa verme con la toga de abogado para, por un lado, continuar con la tradición familiar y asumir responsabilidades en el despacho de mi padre y, por otra, porque con casi treinta años pensaban que iba siendo hora de que me plantease dejar el nido de una vez. El proyecto de Juan Delibes con la revista TROFEO era novedoso pero arriesgado para la época. Se trataba de hacer una revista en la que la caza y la conservación fueran de la mano, fomentando la publicación de artículos que hicieran referencia a la gestión cinegética, a la compatibilidad de la caza y la conservación y, sobre todo, respeto a la naturaleza. El tiempo le ha dado la razón a Juan y TROFEO consiguió marcar unas directrices que hoy nadie pone en duda y que son seguidas por su actual director José Ignacio Ñudi, al que aprovecho para darle ánimos y desearle una pronta mejoría. Una de mis aportaciones mensuales en la revista era un consultorio jurídico en el que los lectores planteaban sus dudas y yo les contestaba. Llegamos a organizar debates sobre las distintas leyes de caza que se iban publicando y empecé a participar en conferencias y charlas como especialista en derecho de caza. También gracias a Juan Delibes pude entrar a colaborar en un despacho que se dedicaba en parte al tema del derecho cinegético compatibilizando el trabajo de jefe de redacción con el de pasante. El tiempo iba pasando y al final no me quedó más remedio que dejarlo todo y entrar como abogado en el despacho familiar, pero con la condición de dedicar una parte del mismo al derecho de caza y medio ambiente, dejando que otros se dedicasen al derecho civil y mercantil. Y así ha seguido durante años. Los dos años en la redacción de TROFEO fueron sin duda de los más divertidos de mi vida. Nuestro trabajo era hacer la revista, pero para ello era fundamental que saliéramos de caza con cierta frecuencia. Para ello, hicimos viajes por todo el mundo que después contábamos en artículos en la revista, conocí sitios a los que nunca hubiera llegado si no hubiera sido por nuestra afición a la caza. Entrevistamos a personas muy interesantes y tuve la oportunidad de tratar con muchos colaboradores de la revista con los que aún mantengo una gran amistad. Por eso siempre digo que TROFEO cambió mi vida, y estoy encantado de ello.
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