Bondades de la crisis cinegética

¿La crisis es buena para alguien? Como situación de dificultad en el desarrollo del proceso normal de cualquier actividad, no es buena para nadie. Sin embargo, para muchos cazadores la crisis ha resultado buena porque ha parado la tendencia, siempre al alza, de los precios de las cacerías.


Hace unos días la RFEC organizó un interesante Observatorio Cinegético, que coordinó Santiago Ballesteros, y en el que además de hablar de la necesidad de disponer de una Ley de Caza Nacional, se organizó una mesa redonda para hablar de Crisis, Caza y futuro. Hubo cuatro opiniones de sectores afectados negativamente por la crisis: el armero, el de la organización de cacerías y ojeos, el de propietarios de cotos y coordinaba la mesa el director de Federcaza, que es otro sector también afectado negativamente. Los tres sectores manejaron datos que aseveran que en el año anterior los ingresos se redujeron entre el 30 y el 50%. Yo quise decir en ese foro que, como cazador, me preocupaba más la crisis de prestigio social e identidad, que viene afectando a la caza desde hace 35 años, que la económica, aunque entiendo la zozobra que produce la situación actual a quien ingresa o vive de la caza y a quien siendo cazador está en el paro. Y me explico. La caza desde 1990, con 1.443.514 licencias, ha venido perdiendo efectivos a razón de unos treinta mil cazadores menos cada año, por lo que estamos actualmente alrededor de las novecientas mil licencias expedidas. Y además, no aparecen los alevines, ni juveniles, en este gremio. Sin embargo, esa disminución de cazadores no ha repercutido para nada en el dinero que genera la caza, de tal manera que la actividad ha inducido ingresos al alza hasta 2007, que ha sido el año en que la caza ha generado más dinero de toda su historia. ¿Qué quieren decir esos datos? Pues que ha pesar de producirse un decremento constante de los usuarios cinegéticos, los que se han mantenido activos han gastado cada año más dinero, de tal manera que aunque hemos reducido la nómina de cazadores en estos dieciocho años, los que se han mantenido cazando han pagado cada año más dinero y la riqueza generada por la actividad no sólo se ha mantenido, sino que se ha multiplicado, como ahora veremos. En el año 2003 el Grupo Parlamentario en las Cortes del Partido Popular calculó el dinero generado por la caza valorando los subsectores económicos y considerando los datos de capturas —estimaciones de la temporada 2000-2001—. Se llegó a la conclusión de que la caza generaba alrededor de los tres mil millones de euros. Pues bien, utilizando los mismos diecisiete subsectores que se utilizaron entonces y las estimaciones de capturas de esa temporada gloriosa de 2007-2008, con los precios de costes actualizados a este año, se puede considerar con bastante certeza que la caza ha inducido unos seis mil millones de euros —un billón de pesetas—, siendo la perdiz roja la especie que más dinero produce, especialmente en ese año de crianza especial. A la vista de las estimaciones de los puntos anteriores, es fácil llegar a la conclusión de que en siete temporadas hemos sufrido una reducción de unos doscientos mil cazadores y hemos inducido unos tres mil millones de euros más. Hemos multiplicado por dos el dinero generado por la caza, aunque éramos el dieciocho por ciento menos los que hemos pagado la factura, cada año más cara. El coste de la caza ha venido incrementándose linealmente siempre, y de manera concreta en esos siete años, por las bondades económicas de los años precedentes a la crisis. En esta euforia alcista de las acciones de caza ha llegado el año 2008 con su crisis y el dinero inducido por la caza ha sufrido un quebranto que ha hecho perder el paso a todos los sectores que en años anteriores veían cómo cada temporada los ingresos se multiplicaban. La burbuja cinegética se ha desinflado porque estaba sobredimensionada. En la estructura federativa los precios, que suelen tener una dimensión más social, se han mantenido y las sociedades se han resentido menos, con carácter general. Los ojeos, monterías y cacerías de cierta enjundia son las que han visto la caída más espectacular, pues aunque muchos de los clientes siguen teniendo medios sobrados para asistir a esas cacerías de postín, no está muy bien visto socialmente que propietarios o personas relacionadas con determinadas empresas asistan a esos eventos, después de haber mandado al paro a un centenar de personas, tal y como ya comentábamos en la revista Federcaza el pasado mes de marzo (La crisis llega a la caza). La ausencia de los clientes habituales ha traído desde el año pasado una oferta prolongada de cacerías a la baja cuando la costumbre era que, cada año, el cazador tuviera que aflojar algo más la cartera. Y sin justificación, porque se trataba de la misma cacería. Este año se han ofertado recechos más baratos y, a última hora, llamaban desde diferentes cotos porque las cuadrillas no pujaban con el ímpetu de años atrás. La caza ha dejado de ser cada año más cara, gracias a la crisis, y eso para los cazadores de entrada es bueno. Lo malo es que acabe la crisis y se quieran recuperar los que manejan el cotarro. Al lado de personas muy sensatas y buenos profesionales que no te venden nunca humo y hacen una labor que siempre defenderemos, hay una pléyade de mercachifles y trileros que, sin hacer, ni exponer nada, cada año ponían un nuevo umbral a la factura. Para estos últimos, la crisis ha propiciado que pierdan esa nómina que tenían "por la cara". Lo lamentable es que estos mercaderes poco serios, acostumbrados a estrujar, serán los que habrán eliminado, a las primeras de cambio, jornales y colaboraciones. Con todos esos que han perdido el sueldo por hacer un trabajo en condiciones, con los millones de españoles que han perdido el empleo y, especialmente, con los cazadores que ahora no pueden cazar a ningún precio, sin duda que la gente de bien nos solidarizamos con ellos y no podemos desear otra cosa que encuentren rápidamente solución a su angustia. Y en lo social-cinegético, nos gustaría que prolifere la plausible iniciativa de alguna federación autonómica (Castilla y León) buscando jornadas de caza gratuitas para esos cazadores que han perdido el empleo.
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