¿Un año más?

Una nueva temporada de caza está en el horizonte. Los frutos de todos los desvelos que los cazadores hemos tenido, desde que se cerró la última temporada hasta el comienzo de la presente, y que condensan en una sola palabra, gestión, tendrán que salir a la luz, y como en todas las temporadas anteriores desde tiempos de Maricastaña a unos les irá bien y a otros, no; unos tendrán caza y otros, no; es decir, como ha sido, y presumiblemente será, per seculam seculorum.


Pero dos circunstancias nuevas pueden hacer que el periodo cinegético que se avecina sea un poco distinto a los demás: la forma de aplicar la Ley de Patrimoinio Natural y de la Biodiversidad, y la crisis económica. El día 1 de marzo del presente año una multitud de cazadores levantaban su voz en la Castellana en protesta por la actitud que el Gobierno había mantenido durante cuatro años con respecto al sector cinegético, y que había culminado con la aprobación de la Ley de la Biodiversidad. Muchas voces se levantaron entonces y, por encima de todas, la del presidente de la Real Federación Española de Caza, Andrés Gutiérrez, que conminó a los presentes a volver a esa arteria madrileña en el mes de junio si los artículos más polémicos de la Ley no eran derogados. Que nosotros sepamos, no han sido derogados ni modificados, y dudamos que alguien del actual equipo ministerial ni siquiera los haya vuelto a leer. La única noticia que tenemos al respecto —al margen de una reunión del Presidente de la RFEC y otra de la UNAC con el Ministerio— es la presentación por parte del Grupo Popular a la Mesa del Congreso de una batería de Preguntas Escritas, y que aun no tenemos constancia de que hayan sido respondidas. Así, pues, la Ley está en pleno vigor y su aplicación ya excede a los redactores de la misma. Ahora está en manos de la Guardia Civil y de los jueces, con lo que, nos tememos, nos vamos a encontrar casos para todos los gustos. La otra gran diferencia con temporadas anteriores es la crisis económica y que, como no podía ser de otra manera, también repercute sobre el sector. Necesitaríamos más espacio para entrar y analizar la crisis del sector armero —lo que el Ministerio del Interior está haciendo con el transporte de munición o lo que la Guardia Civil hace con la revisión de muchas armerías es como para hacer una revolución cinegética—, lo que haremos en otro momento y con mayor profundidad. Pero no podemos dejar pasar la ocasión que nos brinda el levantamiento de la veda para hacernos eco de las quejas que la inmensa mayoría de los organizadores de caza tienen. La contratación de cacerías en el extranjero ha sufrido un parón notable, no porque, realmente, sus usuarios hayan bajado su poder económico en la inmensa mayoría de los casos, sino que prefieren no gastarse el dinero, por ahora, en estos lujos hasta ver si capea el temporal. Y de las monterías qué decir. Las de muy alto nivel siguen con su clientela fija, pero las de nivel medio y alto sí han notado que la reservas de puestos está ralentizada, los rehaleros andan con las fechas aún sin confirmar, los taxidermistas con los trofeos sin recoger, y nos llegan comentarios de orgánicas de mucho postín que ahora regalan puestos en otras manchas si se adquieren dos o tres monterías de su programa, algo impensable en otros años. En cuanto a la caza menor, parece que los titulares de los cotos se salvan un poco de la quema al tener vendidas las fincas y las acciones antes de la toma de conciencia por parte de los cazadores del problema real que teníamos, aunque sí se ha notado el abandono de algunas fincas por parte de sus arrendatarios, lo que ha generado una oferta de última hora. A pesar de todo los precios en esta modalidad tienen resitencia a la baja y las hectáreas todavía siguen teniendo entre 3.000 y 5.000 metros cuadrados. Las organizaciones de ojeos y de caza en mano por día, sí nos transmiten cierta preocupación. De todas formas, hasta que la temporada no acabe no podremos hacer un correcto balance de la situación, pero, por lo que ya se intuye, la cosa no pinta nada bien. No obstante, de lo que estamos seguros es de que cuando salgamos al campo con Ley del Plomo o sin ella, con crisis o sin ella, olvidaremos todo y volveremos, aunque sólo sea por un instante, a ser felices. Y es que la caza, le pese a quien le pese, es vida.
Comparte este artículo

Publicidad