Confesiones

Siempre he estado seguro de que la caza es como la vida y que tal como te manejas en ese mundo acabas comportándote en otros ámbitos. Al hilo de ello hay dos cosas que siempre me han rondado la cabeza y que no quisiera dejar de exponer, ahora que ya les tengo acostumbrados a mis manías y rarezas varias. Quizá sean esos dos asuntos los culpables de tales desmanes.


Sé que muchas de mis impresiones y opiniones son vistas como desvaríos, debido a que últimamente cazamos en río revuelto y quizá porque el común de los mortales no haya llegado nunca a tener la oportunidad de pasar por ciertos trances que para un servidor han sido muy útiles. Lo primero que marca es el perro. Cuando el niño descubre al perro, deja de jugar a gatas (vuelvan a leerlo, es importante). El mundo deja de ser imaginación para empezar a ser vida. Tu perro existe, respira, es de una forma y un color y eso no puedes cambiarlo. Ahí comienza el salto a la madurez a través de la realidad, y por ello, a la verdad. Ya no eres Superman ni el Hombre Araña. Ahora eres un hombrecito, con un perro que come, juega, sufre, caza y te es fiel. No caben engaños: lo que ves es la realidad, puedes intentar ser el cabo Rusty con Rintintín, pero acabarás siendo como el tío Mateo con la Linda, porque ya has subido un peldaño en tu vida y cuesta mucho trabajo imaginarse a los indios y al desierto cuando tienes los conejos y el reguero ahí al lado. Bienvenido a la vida, esto es lo que hay. Una vez que te llega la vida has de saber para qué la quieres, y con ello llegamos a la segunda cuestión: hay personas que la queremos para vivirla y otros para contarla. Y, realmente, con ellos, aterrizamos en el llegué, subí, apunte, disparé y homologué. El gran mal. Mal porque las competiciones se hacen en las pistas y de lo que estamos hablando es de caza. Váyanse a un campeonato de caza y sabrán de lo que hablo. Cámaras, tiempos, carreras y mucha perdiz de goma, todo por el espectáculo. Pueden también fijarse en detalles de otros tipos de caza como, por ejemplo, la absurda costumbre de poner las iniciales en las chapas de los trofeos. ¿Acaso no se acuerdan ustedes de quién mato los venados que tienen colgados en sus casas? Yo se lo puedo decir sin temor a equivocarme: ustedes mismos. Prefiero cazar a matar; escribir a publicar; aprender a enseñar; escuchar a hablar y vivir a contar.
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