Perdón, Jacobo

Jacobo es una persona que, al contrario del común, caza para sí mismo, por lo que no le va a gustar lo que pienso contar aquí.


Jacobo, sencillamente, lleva su vida por donde cree conveniente, ni mide ni se deja medir. Tiene una especial habilidad para transformar los momentos difíciles en ratitos llevaderos, y que los que a su lado llegamos veamos lo que hemos tenido delante de nuestras narices casi toda la vida y no lo hemos sabido ver. Otra característica de Jacobo son sus dogmas en la caza. El primero es una mezcla de doctrina japonesa del Judo: «Si no lo consigo hoy, lo intentaré de nuevo mañana», reciclado con la teoría del guarda y la carabina: «Si no se pone a tiro hoy, ya se pondrá mañana». Por otra parte, lo que más se le oye cuando caza es: «¿Qué haría yo si fuese jabalí?». Otro dogma por el que él se guía es su método húngaro para cazar los corzos, que creemos que los húngaros no saben que lo tienen. Lo último, y para él más importante, es que para cazar lo único que hay que hacer es cazar, sólo eso. Su sistema comienza cuando entra en acotados a los que se asocia todos de caza menor y no deja parar a nadie, ya sea dueño, arrendatario, forestal, ingeniero de la Junta o jefe de servicio, hasta que en los planes técnicos se refleja la caza de corzo; entonces deja la menuda para los demás y se queda solamente con el precinto. La segunda parte arranca en el mes de febrero (ahí el método húngaro: todos los días gasta un par de horas para ver si, en las zonas que él cree, entran los corzos y cómo son). «Éste me gusta, éste no me gusta, éste hay que quitarle porque puede entrar otro más grande…», y así, tras dos o tres meses de observación diaria, comienza la caza, diaria también, durante el resto de la temporada. Llega a un regato, no hay corzo, pues nos vamos a la siembra o a otra finca. No hay nada, «pues mañana volvemos». Así, día tras día, Jacobo pasa su tiempo de caza. «Un zorro hace veinte acechos para matar un ratón; yo hago diez para un corzo». No le van los grupos ni las asociaciones ni los clubes, «eso es para ir de caza, no para cazar», argumenta. Y así, a su «tran tran», «baruto» y «rochero», Jacobo al día 13 de julio llevaba doce duendes en las alforjas, había fallado otros siete, de los doce hizo dos dobletes, dos corzas viudas hicieron de cómplices atrayendo a otros dos galanes, que también fueron abatidos a modo de segunda cosecha, y se permitió el lujo de eliminar a tres trillizos que desde el año 2006 no habían sido capaces de echar las seis puntas de reglamento. Y tú, Jacobo, con perdón, no sabes de gestión ni de genética ni, tan siquiera, del método húngaro. Convéncete, Jacobo, tú sólo sabes cazar.
Comparte este artículo

Publicidad