Paletos

El calificativo ‘paleto’ tiene varias acepciones, pero de todas ellas me quedo, en esta ocasión, con la que se refiere a la persona que, sin avanzar en el tiempo, pretende mantener una actitud retrasada voluntariamente y que, para hacerlo, se escuda en la defensa que le ofrecen la boina y el garrote.


Sudán de Sur, nación de reciente creación, pone parte de su nueva ilusión en abrir sus fronteras como destino de caza. Sudáfrica y Namibia, los países más avanzados de África, basan gran parte de la economía rural en la caza. Botswana, Mozambique, Zambia y cualquier país africano en vías y con visos de desarrollo, trata a la caza como lo que es: una ocupación, básica para la conservación de la flora y la fauna, que ha hecho que especies en peligro se hayan recuperado, como ha ocurrido con elefantes y rinocerontes. Oceanía, capitaneada por Australia y Nueva Zelanda, ofrece cada día nuevas ofertas cinegéticas que pretenden acercar aquel continente a la caza internacional. Junto a ellos, Asia va abriendo cada vez más sus selvas a la caza deportiva. El Parque Nacional de Yellowstone, paradigma de la conservación, estudia ampliar sus cupos de caza para los osos; los amplía, luego quiere decir que ya los tiene. El país más avanzado del mundo basa la buena salud de su naturaleza en la caza, entre otras cosas, porque tiene el mercado de cazadores más grande del mundo. Canadá ofrece destinos de caza que compiten con los del resto del mundo. Méjico, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Chile son cazaderos ya, más que habituales, en América del Sur. La cetrería ha sido declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y no he sido yo quien lo ha hecho, ha sido la UNESCO. Quizá haya habido algunas presiones por parte de los países árabes. Más a mi favor, el mundo del petróleo y del consumismo no se deja atrás una de sus tradiciones, recurriendo a instituciones modernas para mantenerla viva. En Europa, todas las antiguas repúblicas soviéticas y países satélites ofrecen, desde el primer día de su refundación, paquetes de caza a cada cual más atractivo. No hace falta explicar la tradición y realidad de la caza en países como Austria, Francia, Gran Bretaña, Bélgica, Italia y Alemania, país donde no existe, casi, oferta cinegética, porque toda ella se consume por sus habitantes. Ni que decir tiene que Alemania es el centro del mundo en cuanto a comercio de carne y subproductos de la caza, tales como pieles (de Baviera se aprendió a usar pieles de búfalo para jubones y coseletes en el siglo XVI). Ya en España, tenemos más del 90% del territorio incluido en zonas de aprovechamiento cinegético, muchas de las administraciones autonómicas dedican la mayor parte de su tiempo y recursos para la legislación y regulación de esta actividad. ¡Coño, hasta Ferrán Adrià ha dedicado gran parte del último menú de El Bulli a la caza! ¿Qué más hace falta para darse cuenta de que el mundo moderno reconoce a la caza como un instrumento legal y eficaz de conservación de la naturaleza? ¡Ya está bien! La boina y la garrota a quien corresponden ahora son a los ecologistas, que no ven más allá de su pesebre.
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