Orgánicos

Mi trabajo en el mundo de la caza nunca ha pasado por la relación directa con el público. Trato con mis clientes, y organizo las cacerías, pero de ningún modo busco yo a los asistentes a ellas. Nunca me ha gustado ni he sabido vender caza ni captar clientes. Nunca me he ocupado de ello, por lo arisco de mi carácter y por temor a los resultados, porque yo tengo claro que la mayoría de la gente oculta que falla y, luego, en la junta de carnes, se olvida que ha fallado y protesta como el que más si el resultado no ha sido el esperado.


Año tras año he visto a demasiados cazadores de menor deambular por el campo, sin interés, sin perros o con ellos, pero inútiles, y con unas armas llamativas, pero poco apropiadas. Más interesados en el taco y en quejarse que en aprender a buscar las querencias, los escapes o en darse cuenta de que no se puede trillar la misma zona, domingo tras domingo, durante toda la temporada. Por otra parte, resido en una zona de embaucadores gloriosos que se llamaban a sí mismos orgánicos y que, cuando estaban los clientes cazando, ellos registraban los coches en busca de algo que poder llevarse; había caza, pero también chorizos. Por todo ello, he intentado retrasar al máximo mi relación con la venta de caza y todo lo que ello implica, pero la crisis ha dejado sin cazadores a tres de los cotos que llevamos y los clientes nos han pedido que les hagamos la tarea de venderlos. Los cotos tienen caza y a priori no deberían dar mayor problema y con dos anuncios pensábamos que íbamos a solucionar el problema, por lo que me dediqué a intentar vender caza. ¡Pobres orgánicos! ¡Qué no habrán tenido que aguantar! No hemos llegado a la temporada; es decir, no hemos llegado a las protestas y ya estoy cansado de vender caza. Cientos de llamadas para preguntar obviedades; otras tantas para regatear sin ver el coto; muchas para evaluar, por teléfono, nuestra capacidad para llevar cotos; muchísimas para decirnos que cien kilómetros desde Madrid son muchos. En fin, una locura de llamadas de personas que preguntan por pasar el rato. De ese filtro de llamadas quedaron una treintena de personas que, aparentemente, estaban interesadas y que vinieron a verlo. Y, apartando catorce que se quedaron con los cotos o las acciones, la experiencia ha sido muy, muy ilustrativa: durante las visitas nos han desaparecido tres prismáticos, dos correas de cuero de los perros, un forro polar y una caja de cartuchos. Pero lo mejor de todo fue un individuo que nos pidió dos acciones gratis a cambio de no ponernos verdes en internet, promesa que cumplió cuando no cedimos a su coacción. Habrá de todo, como en botica, pero sólo dos meses de vender caza me han hecho pensar que la profesión de orgánico se merece ser vista desde un punto de vista más objetivo.
Comparte este artículo

Publicidad