Orgullosos de ser los malos

Últimamente veo muchos programas sobre pesca y comento con amigos la suerte que tienen los pescadores de poder capturar y devolver los peces al agua y, sobre todo, los buenos ojos con los que el público, en general, los ven al ser, el colectivo de pescadores deportivos, un espejo de ecologismo y de protección de la naturaleza… ¡Ja!


Y digo «¡ja!» porque puedo razonárselo desde este punto mío de la sinrazón: ¿qué diría la sociedad de los cazadores si nos dedicásemos a matar hipopótamos en el Tajo, elefantes en La Patagonia, tigres en los Pirineos o rinocerontes en Nápoles? Pues una cosa muy sencilla: que nuestra desagradable costumbre de matar a tiros a nuestras piezas quedaría en un segundo plano por el grave delito de lesa ecología por repoblar zonas de caza con animales alóctonos que, evidentemente, desplazarían a las especies cinegéticas autóctonas. Ya de por sí, no podríamos abatir tigres en ningún país del mundo porque hay un tratado internacional, promovido por organizaciones de cazadores, entre otras, que prohíbe su caza deportiva en cualquier lugar del mundo. Por otro lado, el muflón y el arruí, especies alóctonas pero aclimatadas en España, están siendo motivo de debate como futuras especies a erradicar en nuestras sierras. Es decir, que aunque nos hinchamos a pegarles tiros, todavía no se nos ha extinguido, por ejemplo en España, ninguna especie cinegética, a excepción del bucardo, que se extinguió por motivos burocráticos y de inmersión lingüística. Pero, ahora, los buenos son nuestros amigos los pescadores, que usan sus anzuelos sin arponcillo para no causar daños innecesarios a sus capturas, que devuelven, primorosamente, a las aguas. Aguas infestadas de siluros, lucios, lucio-percas, black-basses, truchas arcoíris, percasoles, cangrejos rojos americanos, cangrejos señales de sabe Dios de dónde, mejillones trigre y un largo etcétera que lamento no poder enumerar por desconocimiento. Es decir, nuestros amigos los pescadores cogen un bichito, se hacen la fotito y lo devuelven, muchos con un besito. ¡Qué bonito! Y cuando ese bicharraco cae al agua, entra en un hábitat limpio como un jaspe de especies ibéricas o autóctonas, porque todos esos bichitos a los que los pescadores dan besitos, no sólo han desplazado las especies de nuestros ríos, sino que las han arrasado, se las han comido y las han extinguido en muchas gargantas, pantanos, charcas, regueros y ríos. «Eso es muy difícil de controlar», dicen algunos, y yo digo que igual de complicado es controlar perdices chukares, griegas o colines. Incluso los ecologistas que nos hacen un seguimiento férreo, pero que de verdad trabajan para la ecología, como es el FAPAS, no admiten repoblaciones de ningún tipo de oso que no tenga en su sangre sus señas genéticas identificativas como especie ibérica. Si hubiesen sido pescadores, ya tendríamos nuestros montes llenitos de osos de circo, como ocurre en muchas asociaciones ecologistas.
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