¿Quo vadis?

Hace varios años, en una finca en la que trabajamos, un guarda encontró un gabato al que criamos en una cerca de aproximadamente treinta hectáreas. Tal gabato, tras su primera cabeza de vareto, desarrolló una cuerna de doce puntas que, calculo, por el grosor y peso, tendría alrededor de 160 puntos. Tras crecerle su tercera cuerna y debido a la agresividad que desarrolló, tuvimos que sacrificarle. Lo hizo el hijo de la propietaria de 26 años. Ya rondaba aquella cuerna los 180 puntos.


La cabeza del venadete sigue, desde hace cuatro años, colgada de una encina, pudriéndose, sin que nadie, desde los operarios hasta la propiedad, se haya preocupado de mandarla al taxidermista, medirla ni, mucho menos, enseñarla o colgarla de una pared. ¿Por qué? Porque eso no es caza. Porque eso fue un sacrificio de un animal que, aún salvaje y agresivo, no representa mérito, inteligencia, conocimientos ni nada relacionada con la cinegética tal y como la conocemos. Perdón, tal y como debería ser. Un animal del que conocemos la fecha de nacimiento, los progenitores, el precio al ser comprado, su peso en el traslado, las carreteras por las que anduvo en el camión, el número de ciervas a las que ha cubierto y para cuya muerte se prepara un despliegue de medios con fecha de muerte prefijada, será lo que sea, pero, para mí, no es caza. Puede ser muy salvaje, muy esquivo, muy huidizo… pero carente de emoción y, como aquel venado del que al principio hablaba, el único esfuerzo para su caza es administrarle cuatro kilos de pienso diarios. Su muerte aparece en la televisión; sus problemas de homologación en los medios; presiones políticas para que alguna facultad testifique a su favor; stand de la finca en una feria ofertando la caza de sus descendientes y congéneres; y un publirreportaje en una revista de la granja cinegética donde nació, repito, será lo que sea, pero, para mí, no es caza. Entiendo que los venados, en este punto de la historia venatoria de España, se prestan a cierto manejo y, hasta cierto punto, hay grandes trofeos sobre los que el control, aparte de sencillo, es obligatorio. Por otro lado, luego aparece el director de Gescaza en la montería de El Picao, diciendo en un vídeo que se ha abatido un venado de 240 puntos; es decir, cuatro puntos y pico por encima de este nuevo récord nacional, cosa que, al ver las imágenes, no dudo, aunque de lo que sí dudo es del origen ibérico de tal animal. En fin, una vuelta de tuerca más para sacar de quicio la tan manida palabra ‘gestión’, a cuyo poco definido significado se adhiere este manejo absurdo, cuya emoción se anula con el dinero. El mismo dinero que no sirvió para pagar el desestimado récord del mundo de Elen Hunt, procedente también de una granja. No entiendo el gol que algunos amigos míos se han dejado colar…
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