Oro parece, plata no es…

Un domingo cualquiera del verano, de esos en los que, extrañamente, el que suscribe se libra de trabajar. Y, como tal día de asueto: La Rotisserie, un periódico y un placentero aperitivo de los que preparan en la cocina de Luis.


Cuando se emboca la primera página de un periódico de ámbito nacional, ahí aparece la noticia: «Según una encuesta de Sigma Dos para este diario, sólo el 23% de las mujeres españolas ha hecho el amor con más de dos hombres». Lo primero que se le viene a uno a la cabeza es que con tanto macho devorador de mujeres como, según afirman ellos mismos, existe en este país, ese 23% se ha pasado por la piedra a la mayoría de la población masculina de España. Si no, no cuadran las cuentas que nos echan los fantasmas de turno. Tras leer la noticia, un servidor, que en lo único que piensa es en la caza —por eso toma los aperitivos solo— extrapola la noticia a su lío y medita sobre la cantidad de trofeos, medalla de oro, que le han contado que han abatido aquéllos con los que se ha ido topando en este mundo de la caza. Y leo mi propio titular: «El 98% de los cazadores con los que he hablado tiene en su chimenea un trofeo medalla de oro». ¡Joder, qué barbaridad! Si de algún modo se pudiesen transformar todas aquellas conversaciones de «Yo he matado tal y cual…» en una encuesta fiable, estaríamos en, al menos, ¡setecientos mil trofeos medalla de oro cazados en los últimos treinta años!, claro está, sin una homologación oficial. ¡Por fin España es la primera productora de trofeos, medalla de oro, de caza mayor del mundo! Por supuesto, de aquéllos que confiesan tener récords nacionales ni hablamos. Por eso dicen, y con razón, que cazadores, sastres y zapateros son los más embusteros. Vean ustedes que cuando un chulito ligón refiere que ha acabado en la cama con tantas o cuantas mujeres no es fácil verificarlo, mientras que si quisiéramos comprobar la veracidad de tantas medallas de oro, sí sería fácil hacerlo: solamente con verlas, porque a la mayoría no haría falta medirlas. Bueno, pues les voy a contar cuál es la conclusión de esta encuesta mía: aquél que disfruta mintiendo sobre la calidad de sus trofeos consigue dos cosas. La primera, quedar como un embustero, cosa que, al fin y al cabo, no lleva a ningún sitio porque el único que queda mal es él. La segunda es la que debería preocuparnos, ya que nos afecta a todos, y no es otra que el desconocimiento que demuestran al ignorar juzgar un trofeo una vez preparado por el taxidermista; es más, ni tan siquiera saber cómo se miden los trofeos que perseguimos. Es increíble que aún muchos cazadores piensen que la mayoría de los puntos del venado los da el número de puntas, o que lo más importante en un buen trofeo de jabalí es la longitud de las navajas. No me canso de repetirlo: si los albañiles supiesen de construcción tan poco como los cazadores sabemos de caza, aún viviríamos en chozos…
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