Juegos prohibidos

Hace no mucho tiempo, en aquella caza ligada al medio rural, los primeros contactos de los niños con la naturaleza serían hoy ‘juegos prohibidos’.


Por ejemplo aquella persecución de pájaros por amor de lo que vuela hoy sería impensable. Los armadijos para atrapar pájaros, construidos las más de las veces por los mismos chiquillos, eran sus juguetes. Y jugando aprendían, siguiendo con el ejemplo, a conocer las distintas aves, sus ciclos vitales, su etología. Jugar es fundamental para el desarrollo del niño, mediante el juego empieza a descubrir y conocer el mundo que le rodea. Actualmente para que el niño juegue se necesita la intervención activa del adulto, en particular del padre y de la madre, que proporcionan al pequeño el material necesario para sus juegos, es decir, el juguete, un objeto con el que niño, a la par que juega, desarrolla capacidades. Muchas cosas pueden ser un juguete, desde ¡un palo! al robot más sofisticado, pasando por cuentos y videojuegos. Los padres eligen estos juguetes de manera que puedan trasmitir al hijo las aficiones que a ellos les apasionan, y que para muchos es la afición a la caza. Es estimulante transmitir el amor a la naturaleza a través del deporte que más necesita de ella, y es una labor complicada encontrar juguetes para este fin. En estas fechas en los estantes de las tiendas, llenos de todo tipo de juguetes, están casi ausentes los de caza. Para un cazador, buscar un juguete cinegético para su hijo o hija, posiblemente le resultará más complicado que recechar un venado esquivo. Entre los derechos del niño debiera figurar el que los adultos no puedan censurarle juegos éticamente honestos. Hoy hay censuras más o menos veladas que lo apartan del noble juego de la caza, los juegos de cazador son para muchos juegos prohibidos y, sin embargo, proliferan con abundancia los juegos de guerra. En el amor a la naturaleza no se puede excluir a sus amantes cazadores, la caza es también conocimiento del medio, conservación e ilusión.
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