¿También en las aulas?

Estoy repasando el material escolar de mi hijo, este año va a primero de Primaria, seis años… ¡Hola!… ¡vaya!… veo su libro de ‘Ciencias de la Naturaleza 1’, de Anaya Ediciones, (ISBN 978-84-678-6753-4).


Me gustan, nos gustan, las Ciencias, los animales, claro está, pero, ¡oye!, ¡qué casualidad!, en la página 51 un cuadro explica cómo el lince, el oso panda, el elefante, la tortuga marina, etc… están en peligro de extinción porque algunas personas los cazan. La Unidad, Didáctica, sigue en la página 55 con los deberes que habrán de responder los niños llegado el momento: «explicar por qué no debemos cazar animales…».
Ya estamos. Con seis años tienen que asociar los niños, porque a alguien a quien no le guste la caza, independientemente de que sea una actividad legítima y legislada en su concepto, quiera introducirles en su muy manipulable a estas edades magín, sus gustos, sus inclinaciones, sus poco fundamentadas opiniones o en definitiva lo que le dé la real gana al respecto. ¿Qué puede pasar a partir de ahí? ¿A qué puede tener que enfrentarse mi hijo si levanta la mano en mitad de esa clase y revela que su padre caza?, ¿a la rechifla?, ¿a que le señalen diciéndole «lo malo que es tu padre»?, ¿qué pone en el deber que pregunta por qué no debemos cazar a los animales?»… ¿Esconderse, es su mejor opción? Callarse, claro. ¿Qué puede pensar con esa edad cuando luego ve en casa los trofeos que consiguió su padre, su abuelo, su familia?… ¿que son una especie de desaprensivos?… ¿Qué controversia mental se le presentará entre la ilusión que alimenta de poder ir pronto al monte a aprender cosas de este deporte y las alarmas que sobre la caza arroja el adiestramiento en la escuela?
Sin más preámbulos, la caza es legal, y debemos exigir el derecho a ser medidos, contemplados e interpretados por esa legalidad; el uso de las aulas y del poder de inculcar e imbuir las materias, la cultura, las ideas y el conjunto, en general, de la sabiduría que se pretende trasladar a un niño, no puede ni debe permitir que a una persona, o a un colectivo, se le discrimine, encima de cara a sus propios hijos, seas homosexual, musulmán, discapacitado o… cazador. Si yo estuviese casado con otro hombre y nuestro hijo fuese adoptado… ¿sería correcto que en clase, digamos de religión, o de ética, dejasen caer que el matrimonio entre personas del mismo sexo es una desviación de la naturaleza, con una apetencia inapropiada por el mismo sexo? ¿No pega en nuestros tiempos, ¿verdad? Creo que no sería ni siquiera legal exhibir tal argumentación en un foro formativo como es un colegio, por lo menos, seguro que saldría en algún medio de comunicación… Si fuese árabe, egipcio, turco o libanés, musulmán afincado en España y dedicado a mi trabajo y mi familia, ¿tendrían que notar mis hijos en clase que se les asocia con esos movimientos islámicos radicales que ponen a la gente un mono naranja para después quemarlos o cortarles la cabeza ante una cámara? Es muy fácil, sumamente fácil, la manipulación de las masas a través de los medios de difusión. Famosa es la lista de las 10 Estrategias de Manipulación a través de los medios, que publicó el lingüista Noam Chomsky. Más fácil en niños. Mentes en crudo, intelectos en desarrollo ávidos de inputs que grabar. Einstein decía que es más fácil fragmentar un átomo que un prejuicio. El artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos afirma que la educación es uno de los derechos de los seres humanos. Pero, además, establece también que la educación es el derecho a través del cual se propone extender el conocimiento, promoción y defensa del resto de derechos, dentro de lo cual se incluyen los derechos acordes a Ley de cada persona, y denostar o empañar mediante criterios, razonamientos o impresiones personales, condiciones o actividades legítimas es un mal y perverso uso del ejercicio de la docencia. Estimo que esa mala práctica debe ser denunciada por quien resulta infamado y deben dejarse las cosas claras y estrictamente justas. En mi profesión, mi Código Deontológico no me permite falsear la información que aporto a quien a mí acude, puedo aconsejar, opinar, permitirme el consejo si adivino que es útil, pero no puedo esgrimir mis razonamientos personales, sea cual sea mi convicción propia, por encima de la veracidad o de lo que me apunta la Ley. A mí no me gusta el boxeo, me da pena que dos personas se machaquen y se provoquen un montón de lesiones y secuelas asociadas a este deporte. Pero lo respeto. No voy al boxeo y punto, ni me voy con ninguna pancarta ofensiva o denigrante a la puerta de un estadio con ring dentro. Como este, muchos otros ejemplos. En un país, el nuestro, a la cola en Europa en comprensión lectora, no vamos a ir exigiéndole encima a la opinión pública que comprenda que los linces mueren más en la carretera que a manos de los cazadores, ni que se dé cuenta que por cada elefante abatido legalmente en Africa miles están siendo masacrados por furtivos, a tiros o envenenando las charcas, para nutrir al insaciable mercado chino, o por los propios gobiernos que, métodicamente, tienen que abatir poblaciones de paquidermos, machos, hembras y pequeños, en operaciones de control para evitar la sobrepoblación de los parques, ni que quede convencida que ir a la perdiz, a monterías, de safari o de rececho a una cumbre no tiene nada que ver con el ansia que despiertan los cuernos de los pobres rinos. Pero estoy seguro de que los cazadores, por mucho que nos quieran acorralar, debemos gritar nuestros derechos, luchar por ellos, sentirnos bien con nuestra posición; y, desde luego, que a nuestros hijos no les metan en la cabeza que la caza extingue, que no se debe practicar y que deben aprender a explicar en clase… porque no… no tengo por qué ir detrás de un maestro a pedirle que «tenga a bien expresar dulcemente esta ‘Unidad Didactica’ a un hijo mío, habida cuenta de que yo practico esta actividad». Si no tienen espacio en el libro, o palabras adecuadas a la edad de su público para ponerse a aclarar y diferenciar entre cazadores y furtivos, ni lo que supone para la Naturaleza y la preservación de las especies la gestión, el esfuerzo económico y el aprovechamiento racional de los animales para su propia conservación, entonces, sencillamente, que omitan este tema en el espacio docente, formativo, que no mientan, que no busquen que nuestros propios vástagos queden confundidos y se enfrenten a nosotros, ya me ocuparé yo de enseñar a mis hijos qué es la caza y qué se debe y no se debe cazar.
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