El vendedor de humo

Un año más, otro, camino ya de los cuatro lustros, no deja uno de sorprenderse al ver que de nuevo el diputado Teófilo de Luis vuelve a las portadas de las noticias del sector cinegético.


Político que perteneciendo a la Mesa del Congreso y abonado a las declaraciones prescindibles, pasó olímpicamente hace ahora un año de su colega Mesa en defensa de la Rehala y la Montería Española, como pasó igualmente de la Mesa del Silvestrismo, pues no les quepa duda, señores lectores que, al contrario de cómo algunos feriantes vendedores de crecepelo tratan de hacer creer a los cazadores, este buen hombre poco ha hecho por la caza… sinceramente, nada. ¿Que es el único interlocutor que parece han colocado entre los políticos y los cazadores?, pues como si nos hubieran puesto un ujier del Congreso, a Daoiz y Velarde, que son los dos leones que adornan su entrada, o a la estanquera que desarrolla su loable trabajo en el restaurante frente al hemiciclo, que para lo que ha logrado… Y es que el problema de la caza continua siendo su corporativismo, ese que hace que los vocingleros demagogos entreguen premios tan importantes como el Carlos III a quien no se ha ganado ni un paquito el chocolatero, con el único fin de decir que han pasado por el Congreso en la calle de Floridablanca y que aparecen en la foto entre esos abajofirmantes. Los mismos que han hecho bandera de esa expresión de «entre bomberos no nos pisemos la manguera», impidiendo sacar del sector a todos aquellos a los que habría que haber echado hace tiempo con una oportuna patada en sus traseros y que, encubriéndolos, permiten que continúen siendo su cáncer. Viendo con terror que ahora las empresas, esas que viven de nosotros los cazadores y que tanto podrían hacer por la caza, se confunden y se suben a carros equivocados en lugar de apoyar a quienes de verdad se lo merecen y les alimentan. Esperemos que cambien y el tiempo no les pase también a ellos factura.
Porque aquí, mirando como tontos extasiados, los cazadores empezamos a preguntarnos cómo es posible que todavía alguien dé su apoyo a quien con mayoría absoluta no ha sido capaz ni de sacar adelante la licencia única, desaparece de comunidades autónomas sin ni siquiera poner en marcha una simple orden de vedas, no mueve un dedo por los problemas de las rehalas o el silvestrimo, permite ridiculizar a un sector con ataques de grupos a los que subvenciona, o ve desangrar a una federación que aglutinó a más de cuatrocientos mil federados, dándose cuenta a los casi cuatro años desde un organismo que controla, que su responsable no tiene capacidad para gestionar una presidencia. Y todavía alguno mantiene que ha trabajado más allá de colocarse los calcetines, por favor. Porque aquí, mirando como tontos extasiados, los cazadores empezamos a darnos cuenta que a lo mejor hay que defender la caza de los defensores de la caza; parece que tendremos que protegerla de algunos de nosotros mismos.
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