Talandia

Que no. Que no le falta una letra al título, que no es Tailandia sino Talandia de lo que quiero hablar. En Tailandia he pasado las últimas dos semanas por una causa de anillamiento que poco tiene que ver con los pájaros de Bangkok. Me fui de Sevilla a Tailandia el 5 de mayo y ahora descubro, a mi vuelta, que Sevilla se ha convertido en Talandia.


Los pájaros de Sevilla —cuidado, que no me refiero a los taxistas— deben de andar desorientados porque les están talando la arboleda. Talar, talar, talar… Es el verbo que mejor se conjuga en Sevilla estos días. Que hay que hacer un tranvía… se talan los naranjos y los plátanos de sombra. Que el metro tiene que pasar bajo el Guadalquivir y estorban los palmitos centenarios de Río Grande… llamen a Black & Decker. Y, por si fuera poco el estropicio, se nos va la mano fumigando y al carajo con las tipuanas de la isla de la Cartuja… Ignoro si a Sevilla le hace falta un tranvía. Pero basta darse un paseíto por sus calles para darse cuenta de que necesita sus árboles. Los toldos de Sevilla se llaman Quitasol y al alcalde de mi Talandia le podrían poner el Quitasombra. Que nada impida tener una cinta que cortar el año que viene. ¡Quién sería el lumbreras al que se le ocurrió plantar los árboles! Seguro que el muchacho era cazador.

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