Los fantasmas van de espera…

Se celebraban, coincidiendo con la celebración de uno de esos muchos días que nadie sabe que celebramos ni qué celebramos, el Día Mundial de la Biodiversidad —tan importante, por cierto, como para que lo celebrase todo el mundo y que, como siempre, sólo se han enterado ellos, los celebradores que lo celebran—, unas Jornadas de Custodia del Territorio de la Comunidad de Madrid. ¿Se acuerdan? Artículo 3 de la Ley de Patrimonio Natural y de la Biodiversidad: «Organización pública o privada, sin ánimo de lucro, que lleva a cabo iniciativas que incluyan la realización de acuerdos de custodia del territorio para la conservación del patrimonio natural y la biodiversidad».


En dichas jornadas (jornada porque sólo fue una) se encontraban, entre otros, el director de la Fundación para la Investigación y el Desarrollo Ambiental, FIDA; la directora gerente de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, y el responsable de la cátedra UNESCO de Territorio y Medio Ambiente de la Universidad Rey Juan Carlos. Para ponernos en antecedentes, y copiando textualmente de sus propias definiciones, que cualquiera puede comprobar porque están extraídas de una noticia de estas mismas páginas, «La custodia del territorio son una serie de técnicas jurídicas que implican tanto a los propietarios, como a los usuarios de un territorio en la conservación de sus valores y recursos naturales, históricos, culturales y paisajísticos. Se trata de un conjunto de acuerdos, siempre voluntarios, entre los propietarios de los terrenos y las entidades de custodia, que pueden ser ONG, asociaciones de vecinos, ayuntamientos u otro tipo de entidades públicas y/o privadas». Analicemos. Acuerdos, siempre voluntarios, que están sometidos a ley, precisamente la de Patrimonio Natural y de la Biodiversidad. ¿Por dónde anda eso del voluntarismo…? Técnicas jurídicas que implican a propietarios y usuarios. ¿Dónde estaban los propietarios en las jornadas? ¿Dónde estaban, por lo menos, las Aproca, como asociaciones de propietarios del territorio? ¿No dicen que implica a los propietarios? ¿Como no son ONG no tienen derecho a tomar decisiones sobre su territorio? Por otro lado, lo de técnicas jurídicas, ¿a qué les suena? A mí, personalmente, me huele a algo así como a ‘socialización de la gestión’ (esperemos que solo sea de eso), me huele a que mi vecino del quinto, uno que una vez vio viva una gallina, en aplicación de sus derechos a participar en las entidades de custodia, –por ser presidente de la asociación de vecinos de mi portal (que ahí está y lo dice la ley)– decida, en consenso con otros ‘ilustres’, que a las perdices de mi coto hay que ponerles, por ejemplo, un lazo en el culo (perdón, en el rabo) porque así lucen más hermosas cuando vienen los turistas… Si nos atenemos a los mimbres –las ONGs, ya sabemos que son Ecologistas en Acción y su reata de acólitos; también estarán los sindicatos, muy versados ellos en gestión mediambiental; lo de las asociaciones de vecinos… para mearse de la risa; los ayuntamientos, más de lo mismo y en eso de ‘otro tipo de entidades públicas y/o privadas’ se puede dar cabida a la ‘asociación de filatélicos de sellos ovales’ o al ‘club de damas distinguidas defensoras de la canasta y/o el julepe’–, pues eso, que la cesta puede ser como el más que famoso camarote de los hermanos Marx. En base a no se sabe qué tipo de entidades que se remontan al siglo XIX en EE UU y en no sé qué pioneros proyectos que realizó Félix Rodríguez de la Fuente y WWF/ADENA (en este país cada vez que algún iluminado quiere hacer una barbaridad medioambiental dice que ya lo hizo Rodríguez de la Fuente. Y todos a callar), se quiere imponer la custodia del territorio en nuestras fincas y en nuestros cotos para decidir, entre ellos, qué debemos hacer nosotros en defensa de la biodiversidad. No me cansaré de decirlo le pese a quien le pese, si en este país aún seguimos teniendo una biodiversidad, en muchos casos espectacular, ha sido y es gracias a la gestión privada y al cuidado de los cotos de caza que, ahora, o bien pretenden hacer parques, naturales, regionales, nacionales, ZEPAS o LIC, o bien pretenden que se gestionen a través de las asociaciones de vecinos. Y, para colmo, sin contar con cazadores ni propietarios. Si quedan, y gracias a Dios se expanden, águilas imperiales, es porque los propietarios de las fincas –reunidos, entre otras, en la Asociación de Amigos del Águila Imperial– han gestionado sus territorios pagando la gestión de sus bolsillos. Y son fincas de caza. El espíritu de la Narbona, olvidado en la noche de los tiempos, vuelve con la luna llena a pegar a los guarros sustos de muerte. Hay, ha habido y va a haber, ya mismo, que lo sé de buena tinta, reuniones del MMARM con todos los de siempre, los ‘sin ánimo de lucro’ que viven de la subvención. Ha convocado, el Ministerio, a la RFEC para que asista al ‘reparto del pastel de las entidades de custodia’ –ni siquiera, por poner un ejemplo, han convocado a todas las asociaciones que conformaron la manifestación del 1 M. Las reuniones estarán formadas por diez o doce organizaciones ecologistas, varios sindicatos, distintas asociaciones de vecinos y demás fauna variopinta, además de la RFEC y poco más, que sólo tendrán un par de votos frente a los susodichos. ¡Un par de votos de los cazadores y propietarios en defensa de la gestión de nuestras fincas y cotos! ¿Se imaginan los planes de gestión que van a salir de las citadas reuniones? Esperemos que lo de la ‘socialización’ sea sólo de la gestión… Eso sí, me he enterado –vía radiomacuto– que ‘algunos’ se han ofrecido para asistir… Ya lo contaré cuando tenga más datos. Pero, no me cabe duda, nuestros viejos fantasmas nunca duermen, están siempre de espera…
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