Cuento de Navidad

Sucedió entonces algo calificado como milagro. Aquel matarife empedernido leventó el rifle cuando tuvo a tiro el jabalí de su vida, aquel que había estado persiguiendo desde hacía años, aquel viejo macareno, superlativo en todo, y el único animal que se había burlado de él una y otra vez…


Fue como un autocastigo por haber matado siete corzos con… ningún precinto, por tirar a las perdices desde el coche, con el .22, por cazar fuera de temporada, por… Fue entonces cuando el jabalí, que se sentía perseguido, bufó, escarbó con la pezuña delantera y salió como una exhalación hacia el matador; éste, se quedó tan sorprendido, que no fue capaz de reaccionar. Aquella locomotora plateada se le llevaría por delante sin remedio. Inesperadamente sonó un trallazo seco, el morlaco hincó el hocico en el suelo y sus diez arrobas describieron una trayectoria espectacular antes de expirar. El matador respiró aliviado, y apenado a la vez. De pronto, el ecologeta se le abrazó emocionado. Iba con el guarda en su busca para comunicarle que, tras un repentino arrepentimiento, iba a retirar la denuncia contra él, ya que, además, tenía que reconocer que fue él mismo quien atropelló al lince, pero que al verse en tal apuro, pensó que lo mejor era culparle, por matarife, y todo el mundo le apoyaría… En esas estaba, cuando, al ver a aquella bestia embestir, le quitó la carabina al guarda y dio con el marrano en tierra. «¡Jo, macho! ¡Qué emocionante y qué bonito que ha sido! No sabía yo que esto de la caza… ¿Me puedo quedar los colmillos?». «¡Pues yo, desde ahora, no cazo más! Y como me has salvado la vida no te denuncio por lo del lince, que sé que fuiste tú. Una por otra». El guarda, hombre piadoso donde los hubiere, imploró al cielo que obrara el milagro. Sonó un trallazo —éste menos seco, más celestial— y desaparecieron los despojos de lo que fuera un jabalí: el matador se convirtió en cazador, y el ecologeta en ecologista, y entablaron una amigable charla. «Creo que por fin nos van a conceder la subvención para lo de los linces, nos tenéis que echar una mano para marcar las zonas». «Estupendo, de todas formas nosotros no pensábamos cazar este año en la solana, que allí lo mismo merodea alguno…». Más que un milagro, este cuento… es un deseo. ¡Feliz Navidad! ¡Y que les toque la lotería, aunque no jueguen!
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