Mis queridos guarros…

Ahora resulta que hay que hacer poco menos que una masacre. Cuando aquí todo el titirimundi se apunta al voto verde, al ecologismo y la sostenibilidad de salón y conferencia, y lo políticamente correcto es renegar para no salir del armero…


Cuando desde las distintas administraciones nos colocan perros de presa, ‘ecologistas inactivos’, hasta en la sopa —en todos los consejos de caza, por ejemplo— para que repriman nuestras ansias de darle a la paralela y se manifiestan, hasta en pelota picada, para que, de una vez por todas, se acabe con nuestros, según ellos, atávicos instintos por zumbarle a todo lo que jarea… Cuando todos son pegas y cortapisas, leyes y normativas que rozan el esperpento, restricciones y vedas, amenazas y constantes denuncias represivas contra una actividad —afición y modo de vida— absolutamente legal, regulada hasta la saciedad y que paga impuestos hasta por respirar… Ahora resulta que tienen un problema y, como en tantas otras ocasiones, tienen que recurrir a nosotros para solucionarlo. La prensa generalista, esa que, cuando le interesa, ve tanta o más ‘carnaza’ que la ‘amarilla’, ha descubierto —¡a buenas horas mangas verdes!— que los jabalíes —una enorme piara oriunda de cuando aquel tremendo, y de infausto recuerdo, incendio arrasó sus hábitats en Guadalajara, entre otras cosas muchísimo peores— están hozando en el Metro de Madrid; ¡vamos, que se están comiendo ‘lo de los pavos de Manolo’, que se comían los raíles de la vía creyendo que eran lombrices! Y esto, los muy espabilaos, lo disfrazan de alarma social presentando a mis queridos guarros (que habría que ‘echar a china’ a ver quien lo es más) poco menos que como fieras corrupias que atacan a las mamás con sus retoños en la puerta del cole, que son depredadores y carroñeros y que transmiten la rabia, y que poco menos que hacen autostop en la M-30 para asaltar a los sufridos conductores en los atascos mañaneros. Si a alguno de estos lumbreras le hubiesen salido sabañones en las orejas vareando las olivas en enero, sabrían lo que es el campo y qué pasa cuando a las distintas especies, por el maldito urbanismo indiscriminado —sobre todo en la Capital del Reino y sus aledaños—, les robamos, y no me retracto del concepto, sus hábitats naturales. Todo lo que nos pase es poco. Lo cierto y verdad es que, ahora, desde sus paniaguadas tribunas —junto con ‘otros’ que no saben hacer otra cosa que reclamar daños y más daños a los sufridos caceros— esos que no dudan en pedir nuestras cabezas a la mínima ocasión desde sus medios —como lo hacen los ecologetas, los ‘sandías’, los ecodomingueros o los empleaditos de turno de las distintas administraciones, entre otros muchos a los que la palabra gestión les suena a subvención— reclaman con urgencia, con alarma social incluida, que descolguemos las escopetas y que les defendamos de estos ‘monstruos’, que amenazan los lirios de sus jardines y el césped de sus piscinas, masacrando a nuestros queridos suidos. ¿Pues saben lo que les digo…? ¡Qué ahora, los cacen ellos! Publicado en Caza y Safaris, marzo 2010.
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