La espera más intensa

Ayer fue una de esas noches que compensan días de lluvia, de no ver nada, de frío, de madrugones, de fallos… Seguramente una de las esperas más bonitas que he podido disfrutar en mi vida.



Preciosa estampa manchega.
De la mano de nuestro amigo Fernando, Ian y yo nos dirigimos a uno de las zonas más emblemáticas de caza en España, ubicada en el corazón de La Mancha, la Sierra Madrona. Nos recibió una tarde calurosa, hierba amarilla y arboledas frescunas. Llegamos al borde de la carretera y ya nos estaba esperando el guarda de la finca: Teodoro. Hombre amable, castellano, de sonrisa permanente y de mirada franca y sincera.

Merkel RX Helix en 300WM equipado con visor Leica 2.4-16x56.
Cargamos los macutos y las armas en su pick-up y comenzamos a adentrarnos en la serranía. La estampa era espectacular, casi recordando a paisajes africanos. Pudimos ver un par de ciervas y, en una ladera, pocos metros después, mirándonos de frente, dos venados muy bien armados, aun con sus borlas respectivas. Me tocó ubicarme en un puesto de torreta, situado en un roblezuelo, frente a una baña y una almorzaa de maíz. La sensación, subido a unos 7-8 metros de altura, rodeado de palomas y rabilargos, que casi me tomaban por su compañero, es casi indescriptible. Según iba cayendo la tarde, las palomas tocarces y alguna turca me revoloteaban alrededor y empecé a ver movimiento en la zona del comedero… una preciosa liebre, despacito despacito, casi con andar torpe y muy atenta a todos los sonidos hizo acto de presencia. Se le acercaron otras dos y comenzaron su ritual de limpieza. Se trata de todo un espectáculo porque las liebres son siempre muy precavidas y son difíciles de ver en esta actitud relajada. Dando cabriolas tripa arriba, parecían casi peluches de juguete.

¡La subida a mi atalaya fue, cuando menos, interesante!
Caen las últimas luces y se atisba una claridad apagada donde hace unos minutos estaba ese sol castellano y potente. Comienzo a oír unos leves pasos, casi imperceptibles… y lo veo… se trata de un venado joven a escasos 10 metros de mi árbol. Es increíble lo silencioso que ha sido. Casi a cámara lenta se va acercando a la zona de la pitanza. Pasos silenciosos, como de algodón…

Cuiriosa foto de la liebre pastando tranquilamente.
Pasan varios minutos y disfruto de tener un animal tan bello a escasos 30-40 metros, cuando comienzo a oír algún gruñido acercarse por mi derecha. Primero oigo algunos leves crugidos de ramas al moverse… y a los pocos minutos, oigo lo que parece una manifestación cochinera acercarse. Decenas de pequeños pasos moviendo las jaras… Y hacen acto de presencia en el claro y sin mucha precaución, no menos de 8 recién bermejos. El corazón acelerado por tan maravilloso espectáculo… se acerca la madre y lo que parece un machete de medio tamaño. Los observo por el visor Leica de campana de 56 y los veo con gran nitidez. ¡Qué espectáculo tan bello! Lo disfruto durante varios minutos, al venado, al que se le ha unido otro, y a la familia cochinera. Y de pronto, sin saber por qué… estampida de todos ellos que huyen a gran velocidad… silencio absoluto, oído afinado al máximo… oigo algo rascarse a unos 80-100 metros… aquí esta mi adversario íntimo… pasan los segundos lentamente, casi como gotas de miel que caen alargándose en hilos de oro… silencio de nuevo… y comienzo a oír una respiración pesada… lo que llamamos un bufido… uno tras otro, lentos y espaciados… algo ha oído o sentido y está tratando de cogerme el aire… casi ni respiro… silencio otra vez… movimiento muy tenue… otro bufido… silencio… finalmente un gruñido… silencio… Algo no le ha gustado y ha decidido esperar…
Pocos minutos después me recoge Teodoro con una sonrisa de oreja a oreja. Pasamos a recoger a Ian primero, que ha disfrutado de mucho movimiento en su postura, y finalmente a Fernando, que ha disfrutado de un cielo estampado de estrellas y de una noche más en ese campo precioso y maravilloso que es casi su segunda casa. Una noche para recordar. Aunque no disparé, disfruté de uno de los mejores espectáculos del mundo, la naturaleza en movimiento y la caza bombeando por mis venas. Gracias Teodoro, gracias Ian, y gracias Fernando.
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