Enfermedades del cazador
Un tema que no solemos prestar la atención necesaria… ¡y deberíamos!
Hoy en día, la caza ha cambiado muchísimo frente a sus orígenes cuando era básicamente la lucha por la supervivencia. Hay un momento en que la caza se parte en dos filosofías, la original, la lucha por la supervivencia, frente a la caza como actividad lúdica o deportiva. Como en todas las actividades a la intemperie, el campo sigue siendo prácticamente el mismo. Obviamente, acercarse al lugar de caza es más rápido y cómodo ahora (coche), y hay un grandísimo cambio: la ropa y el calzado. La ropa ha evolucionado muchísimo con tejidos de más abrigo, más aislantes y más resistentes a las inclemencias del tiempo, agua, frio, viento… El calzado, quizás aún más. Más resistente, más aislante, mejor agarre o sujeción… Esto ha minimizado lo más común: catarros, infecciones oculares y auditivas, pulmonias, bronquitis…
- Buen abrigo, el apropiado. En verano, ropa fresca y evitar pantalones cortos para minimizar rozaduras de zarzas, espinos y limitar picaduras.
- Cuidado con las sudadas y luego enfriarse.
- Abrigo en la garganta, cabeza y, con mucho frío, oídos.
- Con calor, gorra/gorro y beber agua frecuentemente.
- Con mucho sol, ¡protector solar!
- Buen calzado, importante pies secos y, a poder ser, bien aislados.
- Gafas de seguridad, no tanto por la naturaleza, pero sí por los restos de polvora en armas semiautomaticas.
- En lo posible, oídos protegidos.
- Cuidado con los cerrojos y palancas, accionar con suavidad, y asegurar visualmente que no tenemos un dedo en piezas moviles.
- Cuidado con quemotazos por cañones.
- Pisar firme, y descargar el arma o poner seguro en los tránsitos de un lugar a otro, prestar atención en dónde pisamos.
- Si hay riesgo de lluvia, ropa impermeable y ¡a secarnos cuanto antes!