La estricnina del siglo XXI

De todos es sabido el daño que hizo la estricnina al campo y sobre todo a su fauna. Basta recordar las matanzas que se producían de córvidos, mustélidos y carroñeros; era una cadena trófica múltiple.


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Afortunadamente, a finales de los 70 y principios de los 80, estas prácticas desaparecieron en un 98%, pasando a utilizarse venenos de productos derivados de carbamatos y organofosforados diseñados para el control de plagas en agricultura, los cuales al día de hoy siguen vigentes, aunque su uso como envenenador de alimañas lógicamente esta perseguido por la Ley con sanciones muy graves.

La estricnina del siglo XXI

Y me pregunto, ¿podemos asistir impasibles al envenenamiento progresivo del campo? Ya sea con los tratamientos fitosanitarios o con la nueva estricnina: los raticidas o rodenticidas. Estos productos son la nueva generación de venenos que causan mortandad, no solo en roedores de todo tipo, sino en los animales que los consumen.

He presenciado recientemente cadáveres de gallinas que habían consumido pequeños ratoncillos afectados por el veneno, los cuales se dejaban picotear con facilidad al estar aturdidos por el mismo en su fase terminal. Pero no solamente he observado a éstas, sino también a gatos domésticos consumidores de estos roedores.

De hecho, en los últimos años, el número de mascotas domésticas que atienden los veterinarios por envenenamiento indirecto de raticidas se ha incrementado notablemente.

Los productores de estos tóxicos en sus indicaciones argumentan que una rata no puede ingerir tal cantidad de veneno que afecte a un tercero antes de morir, lo cual sinceramente yo pongo en duda a la vez que propongo que se haga un estudio serio al respecto. Y lo que acecha sobre la caza y el campo en general es el uso poco racional de estos productos. No solamente para controlar las poblaciones de topillos, ratas y ratones de campo, sino el uso indiscriminado de los mismos para controlar la superpoblación de conejos en una determinada zona.

Sabido es que el conejo es una de las principales fuentes de alimentación de rapaces, siendo unos de los pilares básicos en la cadena trófica de los ecosistemas mediterráneos y de los depredadores en general.

La aplicación de estos cebos para eliminar roedores sin ningún control, arbitrariamente por el agricultor y sin normativa alguna en la forma de aplicación, no solo produce enormes bajas en los conejos, sino también en los animales que los consumen.

La estricnina del siglo XXI
La estricnina del siglo XXI

Insinúo pues que se deberían hacer ensayos al respecto, igual que se han hecho de semillas con imidacloprid y diversos fungicidas como el tiram, captan, benomilo, etc. Estoy convencido de que los resultados darían datos estremecedores.

Pero claro, esto no interesa a la industria y, por qué no decirlo, a los agricultores, que ven muchas veces como sus cosechas las arruinan los conejos sin que se haga nada al respecto, entre otras cosas porque la burocracia de este país es tan lenta que cuando se autorizan los permisos de caza, los conejos han acabado con el 75% de la cosecha.

Ni comentario merece que cuando en una zona se observan conejos muertos o afectados por el veneno, los cazadores dejamos de aprovechar la carne de cualquier animal cazado. Esto supone un gran perjuicio para los cotos colindantes que únicamente viven del aprovechamiento cinegético de éstos.

No me olvido de las liebres, que también son otras de la especies afectadas —sobre todo cuando el cebo se pone en forma de cereal impregnado—, amén de paseriformes, totovías, alondras y demás aves que pueblan el agro.

La caza menor tiene un futuro oscuro. El desarrollo agrícola está acabando paulatinamente con ella ante una masa impertérrita y adormecida por la tecnología y el confort; el deterioro de la misma y la disminución progresiva es un hecho indudable.

Mientras, seguimos mareando la perdiz.

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