Alternativas para el control de plagas de topillos (I)

Estamos en tensión los cazadores y todos los amantes de la naturaleza porque intuimos una próxima catástrofe medioambiental, vistos los preparativos y cómo se las gasta la Consejería de Agricultura y Ganadería de la Junta de Castilla y León, que dirige Silvia Clemente, tan propensa al fuego a discreción y al reparto de veneno (bromadiolona en cebada), cada vez que el Topillo campesino (Microtus arvalis) se desmadra.


Todo apunta a una inminente plaga, pero podría no ser así y quedar en tres meses de crecimiento y colapso de la misma. En enero ya arden las cunetas en algún término de Soria con autorización oficial y en varias provincias por incendio espontáneo. La lluvia ha parado el impulso. En Ávila y Valladolid, las Diputaciones han contratado maquinaria para intervenir en cunetas y linderas con alguno de los medios alternativos racionales, que citamos más adelante. Nuestro temor está justificado; el pasado 17 de enero (el día de los burros en esta región), en Madrigal de las Altas Torres (Ávila), Leonardo de la Fuente “A tenazón” en “El Mundo de Castilla y León” denunciaba el vertido sin autorización de varias bolsas de clorofacinona, posiblemente con el veneno descompuesto, y pastillas azules (rodenticida en soporte de parafina) en varias parcelas de ese santuario lebrero.

Hay mejores métodos que el fuego y el veneno

Los cazadores han estado recogiendo las bolsas de veneno. Cantalapiedra (Salamanca) y otros términos del sur y oeste de Valladolid han envenenado el campo lo mismo que Madrigal. La Unión de Campesinos, (UCCL), anunció unos días antes en la prensa regional que la Consejería iniciaba la 2ª fase de la estrategia contra la plaga del topillo y por tanto la aplicación inmediata de veneno. Los agricultores alentados han comenzado por su cuenta. Esta consejera tan mediática ha puesto de acuerdo a sindicatos agrarios (COAG y ASAJA), grupos ecologistas y cazadores, que hemos denunciado todos en prensa y ante las Consejerías el uso de veneno y fuego. Pedimos que utilicen medios alternativos.

Todas las personas sensibles con el medio ambiente pedimos utilizar los métodos racionales que usan en otros países donde no incendian, ni distribuyen cebada emponzoñada a voleo. El control de plagas de roedores ha sido intenso en países como Alemania, Francia, Polonia, China, Vietnam o Australia y se aplican métodos de control alternativo a los rodenticidas (Viñuela J., et al. 2010. Conflictos entre la agricultura y la Biodiversidad. Las plagas de topillos en Castilla y León) (3).

En Alemania, con Jens Jacob asesorando (científico referente para nuestra comunidad), se ha prohibido el uso de anticoagulantes para combatir plagas, entre otras cosas, por la fauna envenenada que detectaron en ese país en 2007, semejante a la provocada en Castilla y León ese mismo año, con particular afección a las liebres. En Alemania colocaron el veneno oculto, pero según me comenta un zoólogo la liebre carroñea —lo he leído en textos antiguos también—, las partes más resecadas de topillos y otros envenenados, aspecto que ignoro pues su organismo no es el de un carnívoro.

Hay sobrados técnicos muy competentes y expertos en plagas en la Consejería de Agricultura y Ganadería de Castilla y León, que conocen perfectamente todo lo relacionado con las plagas de topillos y las acciones racionales para su remisión. Pero las directrices políticas a cumplir son las que marca la señora consejera. Y lo ejecuta a través del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (ITACYL) que sacó el año pasado unas medidas alternativas muy respetuosas con el medio, pero que estaban estos días repartiendo entre los agricultores una relación de productos fitosanitarios (rodenticidas) para actuar con los topillos. ¿En qué quedamos: veneno o alternativos?

La Federación de Caza de Castilla y León se ha dirigido a las dos consejerías afectas y al SEPRONA para denunciar los envenenamientos ilegales que han sido provocados y alentados días atrás por las promesas en prensa a los agricultores desde la Consejería de Agricultura y Ganadería. La Federación solicita datos sobre las aplicaciones y se ofrece como representante de los cazadores y gestores de cotos —muchos a la vez agricultores—, para colaborar en la campaña con medidas racionales. Se está elaborando un dossier para entregar al Fiscal de Sala de Medio Ambiente y así se ha hecho saber a las consejerías a las que se pide más vigilancia en el campo y control estricto si no hubiera más remedio que repartir el veneno. Tememos en esta federación que cuando aparezca un milano muerto cierren el coto, como hizo tantas veces Silvia Clemente y siguen haciendo los de Medio Ambiente.

La especie y su distribución en España

El topillo campesino, Microtus arvalis, es una especie autóctona de roedor, del orden Rodentia, originario de Asia y distribuido por toda Europa donde llegó hasta los sistemas montañosos del norte de España en los que ha estado retenido hasta hace unos veinte años, aunque hay autores que hablan de plagas en Castilla y León hace ya 45 años (1968 y 1973 en Salamanca). Antes de esas fechas, el topillo estaba distribuido en pisos montanos (pastizales alrededor del piso del roble) en el Sistema Central, Sistema Ibérico, Cordillera Cantábrica y Pirineos, pero no estaba en zonas mas bajas del Valle del Duero. El problema de momento afecta sólo a Castilla y León, pero debemos estar alerta para evitar los errores aquí cometidos, en el caso de que el problema afectara en el futuro a otros territorios.


Distribución del Topillo Campesino en España (2007)
ATLAS Y LIBRO ROJO DE LOS MAMIFEROS TERRESTRES DE ESPAÑA

Actualmente el topillo se distribuye en España por el Norte desde Lugo hasta Gerona en todas las comunidades más septentrionales, alcanzando el área de invasión en su perímetro sur las provincias de Cáceres, Ávila, Madrid, Cuenca, Teruel y Castellón, (González, J., et al. 2007. Atlas y Libro Rojo de los Mamíferos Terrestres de España.) (1). Este mapa de hace ocho años tiene alguna variación de densidad y distribución, pues los últimos censos conocidos manifiestan la práctica ausencia de topillos en Galicia y el incremento en Cáceres y Madrid, muy por encima de lo que manifiesta el mapa, según deduce Javier Viñuela —uno de los científicos con más experiencia en la especie—, a raíz de los controles actualizados que hace su grupo de trabajo en diferentes puntos del área de distribución. La invasión alcanza la media España del Norte, con muy poca presencia en Galicia.

En Castilla y León, la comunidad más plagada, el topillo campesino alcanza la madurez sexual para las hembras al mes y para los machos a los dos meses. La gestación es de 21 días y los partos de dos a once crías, manteniendo la actividad reproductora todo el año de continuo. Sólo un tercio de las crías llega a los dos meses y el 5% a los seis meses. En el Pirineo el ciclo es de febrero a septiembre y la producción de tres a siete crías.

Cronología de plagas del topillo campesino

Las plagas del topillo tienen carácter cíclico y se producen cada tres a cinco años y últimamente con ciclos menores. La primera vez que se publica existencia de plaga de topillo campesino fue en 1968 y 1973 en Salamanca. Con datos de densidad (1200/Ha) la primera plaga se produjo en el valle del Arlanza en 1983. En 1988-89 se produce la primera en todo el territorio regional, excepto Zamora. La siguiente fue una gran plaga datada en 1993-94. Otra de menor intensidad ha sido citada en 1997-98. La mayor plaga y la que más litigios provocó por su tratamiento fue la de 2007-08 que colapsó en febrero de 2008. (Viñuela, J., et al. (2010) (3).

Antecedentes de la actuación en plagas anteriores

La alarma se debe a los antecedentes nefastos ante las plagas anteriores en Castilla y León. El reparto a discreción a los agricultores de cebada con clorofacinona, a principios de 2007 —la mejor cosecha de cereal de la historia—, para combatir la gran plaga de topillos que amenazaba la cosecha, produjo un desastre ecológico con daños graves a las poblaciones de rapaces nocturnas y diurnas, cánidos, liebres, aves esteparias, perdices, palomas y otra fauna granívora (2) y acabó con una floreciente industria de cría de pichones y sus negocios hosteleros. Se distribuyeron cientos de toneladas de cebada emponzoñada entre los agricultores que se aplicó en el campo según la conciencia de cada uno.

Una liebre superaría la dosis letal comiendo 50 g de cebada envenenada

Para eludir su responsabilidad por este desastre la Consejera de Agricultura hizo firmar a los presidentes de las JAL y alcaldes un documento de «compromiso para hacer la aplicación con arreglo a las directrices», que no fue controlada en su ejecución por la consejería, como era lo obligado. Ahora sigue eludiéndola al amparo del ITACYL. Se cumplió el protocolo por muchos agricultores sensibles que sabían lo que traían entre manos, pero quien no lo quiso hacer bien, no tuvo ninguna presión ni control. Hubo quien distribuyó la cebada incluso a voleo, o con sembradora porque así lo recomendó la propia consejería a través de las Secciones de Sanidad y Producción Animal, Boletín Fitosanitario 2007/1, «Para el topillo campesino se puede emplear la sembradora de cereal utilizando una sola bota. Se recomendaba esparcir superficialmente 20 Kg de cebo por hectárea».

Me comentó entonces un representante de un sindicato agrario que los agricultores no están para aplicar venenos ante plagas de estas dimensiones, eso lo debe hacer personal previamente formado, aunque los agricultores facilitemos la labor. Con esa responsabilidad diferida, la consejera eludió las exigencias de la Ley 43 / 2002 de Sanidad Vegetal y las de la CE derivadas del protocolo de la Directiva 91/414 CEE del Consejo, que autorizaban echar la clorofacinona en España con una moratoria excepcional y ciertos compromisos, entre ellos: «siempre que se garantice que no produce efectos contra la salud de personas y animales y no repercute inaceptablemente contra el medio ambiente. Y siempre que se limite la aplicación al mínimo para mantener la plaga en nivel inferior al de producir daños inaceptables».

La Consejera de Agricultura, aunque no cumplió con esos preceptos, eludió las denuncias en el juzgado porque es muy difícil adjudicar el delito ecológico, incluso ante estas obviedades, pues no se puede demostrar la presunta responsabilidad aunque la liebre o los gorriones murieran por aquel envenenamiento.

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