Sobre Gestión y Repoblaciones

Me gusta entrar en los foros que sobre gestión se plantean de vez en cuando, ver las opiniones de los cazadores, y tratar de aprender de las ideas que unos y otros van aportando. Pero en general cuando se habla del tema de gestión, e independientemente del tipo de animal que se quiera gestionar, siempre me queda la sensación de que en la caza nos pasa como en el mus, que en demasiadas ocasiones nos pensamos que somos los mejores y lo sabemos todo, empecinándonos en nuestras opiniones, cerrándonos en nuestras ideas sin plantearnos que pueden existir otras distintas a las que nosotros defendemos.


Actualizado

Así, al hablar de perdices, hay quien echa la culpa a los pesticidas, que terminan con esos invertebrados, proteínas fundamentales para el crecimiento de los perdigones en sus primeros meses de vida. Otros piensan que el problema está en la excesiva presión cinegética, aumentada en los últimos tiempos por aquellos cazadores —y predadores— que antes soportaban otras especies como el conejo, y no falta el que defiende la ineficiencia de las repoblaciones, la presencia de enfermedades, o la poca de eficacia de la gestión. Al final, termina aflorando un amplio abanico de posibilidades como culpables de que las poblaciones de determinadas especies no terminen de recuperarse. A mí siempre me queda una duda. ¿No será que todos tienen razón? Y me refiero a todos… juntos. Es decir, que no es sólo una causa la que ha llevado a determinadas especies a su situación, sino que es un conjunto de circunstancias la culpable de esa situación. En ese sentido, me preocupa la postura dogmática, excesivamente radical, que muestran algunos cazadores, cerrándose como antes comentaba a unos planteamientos y unas experiencias que, al ser demasiado personales, al ceñirse en casi todos los casos a la única experiencia de nuestro coto, pueden ser en demasiadas ocasiones poco acertadas.

He leído en los foros críticas acérrimas a las perdices de granja, opiniones cerradas a cal y canto a la posibilidad de plantearse los beneficios que en ocasiones estas pueden ofrecer —¿puede alguien negar, por ejemplo, que en un coto de 1.000 hectáreas, tener una zona de 100 para realizar sueltas permitiría disminuir la presión sobre la población autóctona, dejándola recuperarse, a la vez que amortizar a los sufridos cazadores esos miles de duros que pagan todos los años por el coto?—. He leído posturas críticas con las repoblaciones basadas en la nula capacidad de reproducción que ofrecen las perdices de granja cuando dejan la cautividad.

No me sobran conocimientos etológicos, pero me resulta extraño que cualquier animal pueda perder una característica tan instintiva como es la reproducción. ¿No será que esa reproducción se ve frenada por las circunstancias en las que se encuentran los animales?, cualquier especie necesita para reproducirse tranquilidad, hábitat y alimentación, es decir, encontrarse cómodo y seguro —también los humanos—. ¿No será entonces una mala técnica en la repoblación, por las edades de los animales, el periodo en que se realiza, u otras razones, la culpable de esa falta de reproducción? ¿No será ser muy ingenuo el soltar unas perdices en enero y correr en primavera esperando verlas criar? Recuerdo una ocasión, en la que un tejón tuvo crías en cautividad a… los dos años de capturado —curiosidades de la multifetación, que les permite guardar el semen y utilizarlo cuando quieren, como medida de control de las poblaciones, para no tener crías en épocas de falta de alimento, etc., «capacidad de adaptación», que lo llamaba un tal Darwin—, cuando se sintió seguro y cómodo en su encierro.

También he leído sobre la poca eficacia de la gestión de los cotos, preguntándome cómo es posible que existan cotos tanto de caza menor como, sobre todo, de caza mayor, en donde se están obteniendo resultados asombrosos —en calidad y cantidad—, cómo es posible que veamos otra vez especies en zonas donde hace años habían desaparecido o donde nunca habían existido —el muflón en toda España o el gamo en muchas fincas— si la gestión es por sistema ineficaz. ¿No será que en demasiadas ocasiones la gente se limita a llevar a cabo lo que más o menos interpreta de la lectura de algún artículo de revista, o de los comentarios de conocidos, denominando a su forma de actuar gestión, asombrándose por obtener como resultado justo lo contrario de lo que pretendía?

Todos queremos poner bebederos en nuestros cotos, pero, ¿sabemos cuántos y dónde colocarlos para que cumplan su función de forma correcta?, ¿sabemos todos que un bebedero descuidado puede ser un foco de infecciones por los excrementos que se acumulan de los animales que acuden a él?

Todos hablamos de lo importante que son los márgenes del coto como zonas de cría, pero, ¿sabemos que un mal diseño, una forma poco irregular, continua y alargada de estos márgenes, permite a los predadores entrar por un lado y salir por el contrario terminando con todos sus habitantes sin que estos tengan la menor oportunidad de darse cuenta de su presencia?

A todos nos gusta hacer refugios en nuestros cotos, ¿pero tenemos en cuenta que un mal diseño de éstos los convierten en trampas mortales para sus habitantes, en restaurantes de comida rápida para los predadores?, ¿sabemos todos que estos refugios se tienen que renovar, cuidar y desparasitar para no terminar como focos de enfermedades?, ¿sabemos todos de la necesidad de crear alteros desde los que los animales puedan vigilar la aparición de sus enemigos naturales?, ¿sabemos todos al gestionar un hábitat que, además de bebederos y comederos, las perdices necesitan descanseros y dormideros apropiados?

Es fácil encontrar cotos en los que los titulares se dedican a echar al campo comida para los animales, ¿pero conocen las necesidades de alimentación de esas especies, saben lo que come cada especie dependiendo de su edad, dependiendo de la época del año en que nos encontremos? —sé de cotos de jabalí en Castilla-La Mancha en los que la población está disminuyendo. La razón: se están creando tales desequilibrios en la alimentación, aportando demasiadas grasas e hidratos de carbono y tan pocas proteínas, que los animales recurren al canibalismo sobre las crías para saciar esas carencias. Puede sonar a broma, pero al jabalí le pasa con las proteínas como a nosotros cuando tenemos necesidad de azúcar, cuando el cuerpo nos pide algo dulce. Nosotros lo tenemos fácil, pero el jabalí…—.

¿Conocemos y controlamos temas como las distintas competencias que pueden tener los animales de nuestro coto en cuanto a espacio o alimentos, los distintos factores que afectan a su supervivencia dependiendo del ciclo anual, cuándo les afectan los predadores, cuándo causas climatológicas… conocemos ese ciclo anual, cómo varían sus costumbres y necesidades en cada época del año, cómo es su actividad diaria, cómo funciona cada especie cuando esta sola, en pareja, en grupo o bando de verano, en grupo o bando de invierno? ¿Tenemos claro que tan distintas son las necesidades alimenticias en verano, primavera, otoño o invierno, como las mejoras de hábitat que tenemos que hacer en cada una de esas épocas? ¿Nos molestamos en recoger información para conocer si la estructura de las distintas poblaciones esta equilibrada en edad, sexo o densidad por hectárea?

No quiero con estos comentarios generar polémicas, ni poner en duda la buena intención ni los conocimientos de ningún cazador, lo único que pretendo es plantear mi opinión, que no es otra que la gestión, las repoblaciones, las perdices de granja, y todo en general, tienen sus ventajas y sus inconvenientes, que está en nuestra mano usar los instrumentos de los que disponemos, pero para ello tenemos que ser objetivos, y por lo menos conocerlos un poco. Siempre he pensado que una escopeta no es un instrumento a eliminar porque un loco la recorte para robar un banco, o la emprenda a tiros con la mujer o un vecino. Una escopeta hay que saber usarla, y usarla para lo que vale.

Comparte este artículo
Autor: 
  
97398 0

Publicidad