Cualquiera que leyese el artículo del mes pasado sobre la preparación de una supuesta montería, y no esté muy versado en esto de la caza mayor, pensará que de allí podemos pasar directamente al sorteo. Pero sería un craso error, porque hay un sin fin de variables pequeñas que una a una podrían ser obviadas, pero que forman un conjunto que puede dar al traste con la más sólida de las organizaciones si no se tienen en cuenta.
Grupo Vigilancia y Gestión | 18/11/2008
Podríamos hablar de muchas cosas, dependiendo del grado de sibaritismo que el organizador exhiba, pero aquí vamos a tratar de dar unas pocas lógicas e importantes dentro de un conjunto. Para empezar por algún sitio, lo haremos por los perros, que en sí constituyen una parte importantísima dentro de este tema.
Rehalas
Las rehalas que se contraten pueden ser a puesto o pagadas, cada uno puede hacer lo que más le convenga. Si conoce a propietarios de rehala se les podrá ofrecer un puesto aunque el valor de éste sea mayor que el pago de una rehala. La ventaja que esto conlleva es que no se tiene que tratar con una persona que está en el campo ocupándose de los perros, y que según se comporte el propietario en la caza así lo harán los perros en el campo. Pueden estar seguros de que el rehalero, si ustedes se portan correctamente con él, hará todo lo posible para quedar bien con el propósito de que el año que viene cuenten de nuevo con él. Igual de bien intentará quedar el perrero “comercial”, porque trabajando tendrá, a buen seguro, un jornal afianzado el año próximo. Lo que no se debe hacer jamás es mezclar las churras con las merinas; es decir, dar un puesto a los perreros “comerciales”, porque, en su afán de venderlo, llevarán al primero que les pague lo que ellos le pidan y usted tendrá en sus posturas a una serie de individuos que nunca sabrán si son o no de fiar.
Monteros

Los caminos deben cuidarse para que sean firmes y evitar que si colocamos los puestos con vehículos, no se nos quede atascada toda una armada.
Al hilo de lo anteriormente expuesto, intente seleccionar lo máximo posible a los personas que van a ocupar los puestos. No somos tantos como parece y, aunque solamente sea por referencias, nos conocemos casi todos. Es preferible vender la mitad de los puestos antes de tener un Rambo-señorito infiltrado en nuestras filas. Conocimos a un individuo que decía que lo mejor para las monterías era ver la res el primero y cadencia de tiro, se llevaba a dos secretarios que le hacían las veces de cargadores y cazar a su lado era como estar en Bosnia. Un pájaro así te fastidia seis u ocho puestos para el próximo año.
Secretarios y postores
Los secretarios en monterías grandes han de ser de confianza, mejor mandar a sus hijos y a sus amigos a que se ganen alguna pesetilla antes que contratar a unos listos que le cobren a usted y al del puesto: a usted por hablar y al otro por callar. Los postores han de ser también personas de confianza cuya única ilusión sea la de ganarse un jornal y, por supuesto, nada de llevarse un arma para ponerse en una de las puntas. Gente educada, atenta y agradable y que después saquen a los puestos del monte. Nada de que ayuden después a los de las reses ni a nadie más. Una de las cosas más vergonzosas en una montería es que se pierda una armada, o alguien de ella, y que haya que buscarla de noche.
Recogida de las reses
Cargadores para las reses abatidas los hay a mansalva, pero buenos no son tantos. Hay que buscar gente despierta y que no retrase la marcha de la recogida, fundamentalmente. Calculen cuatro o cinco reses por cada cargador, y si la orografía es difícil recen, porque el planificar bien lo de las recogidas es cosa sólo de maestros.

Las tradicionales caballerías sacan de apuro a los recogedores de reses en fincas de orografía complicada. En fincas más fáciles, los tractores y remolques aportarán rapidez y eficacia.
Claro está que habrá de contratar como mínimo dos tractores, sea como sea la montería; aquí no estamos hablando de capacidad de carga sino de rapidez de actuación. Los tractores, buenos y modernos aunque su alquiler sea más caro. Si existe posibilidad de que un tractor se averíe en el momento menos propicio, estén seguros de que lo hará.
Las caballerías desempeñan un gran papel en fincas complicadas y dan un cierto regustillo a tiempos pasados, pero hay que afinar mucho con su número. Una mula puede cargar hasta tres reses, si el arriero es fino a la hora de cargarlas y atarlas y entre ellas va un cochino no muy grande, y un burro no podrá con más de dos. Así, si lo que tiene que traer una pareja de mulas son siete bichos, tocará destripar o hacer dos viajes. Si emplean bestias de carga, pásense: no escatimen en el número.
Guías de rehalas
Los guías de las rehalas han de ser gente que entienda de verdad el campo y que se conozca las manchas al dedillo; además, han de tener los pantalones bien puestos tanto física como psíquicamente. Habrán de sujetar a los perreros con las piernas para pararlos o arrearlos cara a cara y habrán de bregar con ellos tantas veces como haga falta, si la ocasión lo requiere. A un guía pobre de espíritu cualquier perrero del montón le mea el pelo cien veces antes de la primera ladra. Todos, absolutamente todos, han de pasear la finca —con la suficiente antelación como para no molestar a las reses— con el objetivo de conocerla para no dejar nada al azar.
Los puestos

Los puestos deben situarse en zonas muy seguras y para señalizarlos lo mejor usar tablillas de madera, pues las de metal pueden hacer ruido.
Compruebe personalmente las querencias, los acostaderos, los aires… Sitúe los puestos de la forma más propicia y con la seguridad por delante. No se fíe de los anteriores arrendatarios: cada maestrillo tiene su librillo. Para señalizarlos utilice las típicas tablillas de madera con el número grabado o escrito y átelos con hilo de bramante de forma que no hagan ruido. Las chapas metálicas golpetean con el aire y molestan más que espantan, y los trozos de bolsa o de papel demuestran claramente la categoría de la montería y, sobre todo, de quien la organiza.
De cualquier forma, coloque y señalice los puestos con bastante antelación porque, aunque no lo parezca, esta operación molesta bastante ya que hay que moverse por toda la mancha, y la mayoría de las veces con los aires cambiados. Tómese las molestias y el tiempo que requiere paganizar una de las formas más enraizadas y complicadas de cazar. El cazadero ha de ser campo sagrado y no se ha de soltar un tiro meses antes de la cacería. Si se piensa recebar con comida la mancha, hágalo desde mucho antes del día de su celebración, y si puede comience en el verano y no cambie sus costumbres ni su regularidad a la hora de repartir la comida.

Los postores deben ser gente experta y conocedora de la finca que coloquen y recojan a todas las posturas sin el menor contratiempo.
Si los cortaderos o caminos han de repasarse, deberá hacerse a finales de la primavera, así evitaremos molestias a los animales y el camino cogerá firmeza. Los que se repasan en septiembre, que son la mayoría, con las primeras aguas del otoño se convierten en mantequilla quedándose aún peor que antes. Que se los hagan alomados, con cunetas y desagües a los lados para evitar la erosión.
De todos modos, usted, como organizador de la montería, no cometa la mayor de las torpezas: cazar. Ocúpese de su negocio o entretenimiento y de sus invitados. Cualquiera que sea el tipo de montería que celebre, búsquese un buen otero para divisar todo lo que pueda ir ocurriendo o, como la mayoría de los buenos orgánicos, entre con los perros que es donde mejor se toma el pulso a este tipo de eventos. No sea torpe, no se adjudique el mejor puesto, tiempo habrá de cazar…
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