La sarna amenaza a la cabaña de ovino y caprino

Aunque su nombre suene a enfermedad decimonónica, sigue vigente en pleno siglo XXI. Se trata de la sarna sarcóptica, una enfermedad que está afectando a una importante cabaña de ovino y caprino en el Paraje Natural del Torcal de Antequera.


Los criadores están pagando la ineficacia de la Consejería de Medio Ambiente, incapaz de controlar la superpoblación de cabras monteses
Así lo han hecho saber a la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (ASAJA) de Málaga números socios, que se han acercado hasta las oficinas de la asociación para que ésta reclame a la Consejería de Medio Ambiente que se arbitren medidas eficaces que controlen esta enfermedad. Así la cosas, ASAJA se puso en contacto con la Consejería de Medio Ambiente hace unos meses, desde donde confirmaron que, efectivamente, es en esta zona donde se presenta con mayor virulencia la enfermedad. Asimismo, aseguraron que, aunque disponen de escasos medios materiales, intentarían intensificar el control. Transcurrido el tiempo, los ganaderos de la zona han hecho llegar de nuevo sus quejas y han comentado a los técnicos de ASAJA que continúan avistándose numerosos ejemplares enfermos y que incluso se encuentran animales muertos en las inmediaciones de sus explotaciones.

Origen del problema

El problema de la sarna no es nuevo, aunque sí es cierto que se ha intensificado en los últimos meses. Su origen se encuentra en que el Paraje Natural del Torcal de Antequera se ha constituido en un enclave de excepcional importancia para la capra pyrenaica hispanica, más conocida como cabra montés. Ahora bien, al tratarse de un terreno en el que se prohíbe la caza, el control de la población corre a cargo de la Consejería de Medio Ambiente, encargada de realizar las capturas para evitar los efectos indeseables de la superpoblación. Una vez más, los ganaderos sufren la ineficacia de la Administración. En los últimos años, comenta Carlos Carreira, veterinario de ASAJA, esta especie se ha desarrollado exponencialmente, llegando unos niveles de población superiores a los adecuados para la zona. «La alta densidad de animales ha provocado la aparición de enfermedades que han alcanzado niveles muy preocupantes», explica el técnico. Tanto en el Paraje Natural, donde varios ganaderos tienen adjudicado el aprovechamiento de los pastos, como en los alrededores, existe un gran número de cabezas afectadas, contagiadas por las cabras monteses. «Esta situación está obligando a los ganaderos a efectuar tratamientos muy costosos, además de las pérdidas de que acarrea la enfermedad en sí». Desde ASAJA se insta a la Consejería de Medio Ambiente a que se dote de personal y medios suficientes para controlar la población y frenar la expansión de la sarna sarcópctica. Además, la asociación agraria solicita que se retome, como ya se ha hecho en episodios anteriores, un acuerdo entre las consejerías de Medio Ambiente (competente en materia de fauna salvaje) y Agricultura (responsable de la sanidad ganadera) para que se proceda a la distribución gratuita a los ganaderos afectados del antiparasitario eficaz para el control de la enfermedad. «De esta forma —añade Carreira— conseguiríamos aliviar la carga económica que pesa sobre los ganaderos a la vez que se podría establecer una especie de colchón sanitario que impida la progresión de la enfermedad hacia otras zonas con menor prevalencia».

La sarna y su contagio

La sarna sarcóptica es un proceso parasitario ocasionado por ácaros microscópicos en la piel, de carácter contagioso y cuya principal sintomatología consiste en una dermatitis descamativa con alopecia y prurito. Ocasiona importantes pérdidas económicas derivadas de la disminución de la producción de la carne, leche, lana…de las lesiones cutáneas producidas y, en ocasiones, ocasiona la muerte del animal. El contagio entre animales, manifiesta Carreira, es muy elevado y sólo en raras ocasiones puede contagiar al hombre. «Esto se produce excepcionalmente y por contacto directo», especifica el veterinario. El tratamiento más eficaz es la ivermectiva, un antiparasitario de elevado coste y con el inconveniente de tener un amplio periodo de supresión para la carne, es decir, su carne no se puede comercializar hasta que transcurren 28 días. Tampoco se puede usar en animales de producción láctea.
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